Original publicado en “La
tinaja de Guaitil y otros cuentos”.
M.L. Alvarado y J.A.
Villalobos
ISBN: 978-9968-557-73-3. EDiNexo 2015.
Hace 8 horas que descendí en la Luna
junto con dos compañeros más, en el módulo Nicte,
uno de dos etapas lanzado desde la Tierra en un cohete similar al Saturno
V. Nicte es como el Módulo
Lunar Apolo de los años setenta, solo que,
de mayor tamaño y tecnológicamente más avanzado, en cuanto a la navegación
espacial y confort para los astronautas, quizás como será el de SpaceX
y el programa Artemis de NASA para el 2025.
Los tres astronautas creemos que, sin ningún problema, podremos salir a
explorar con nuestro “rover”
dentro de un perímetro de 5 km de radio alrededor del módulo. También que los
víveres, equipo, energía y elementos para las exploraciones científicas nos
permitirán permanecer aquí al menos una semana, y que la Nicte es capaz de
regresar a la Tierra cuando así lo decidamos. Todo nuestro viaje ha sido
planeado, ejecutado y supervisado de manera cuidadosa, no tenemos nada que
temer.
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Día
1.
Anoto en la bitácora la fecha del
“alunizaje”: lunes
8 de abril de 2024.
Las coordenadas selenográficas del sitio son : 89° S, 75° O.
Se trata de un pequeñito valle, aún sin nombre, a 3 kilómetros del borde del
cráter Shackleton,
entre este y el cráter Shoemaker,
podríamos decir que casi estamos en el polo sur de la Luna.
Le di el nombre de “Valle Lise”, en honor a la física Lise
Mitner, miembro del equipo que descubrió la
fusión nuclear, y que quizás por ser mujer, no fue considerada para compartir
el Premio Nobel de Química en 1944, que fue otorgado a su jefe Otto Hahn.
Bueno, es mi prerrogativa como comandante; cuando regrese a la Tierra someteré
el nombre para que lo considere la Unión Astronómica Internacional.
En realidad estamos haciendo historia, pues nuestra misión está diseñada para
evaluar las condiciones y preparar todo lo necesario para un primer alunizaje,
dentro de 18 meses, en el interior eternamente oscuro del cráter Shackleton.
En dos días subiremos hasta su cresta, bajaremos al fondo al siguiente día, y
concluiremos una exploración minuciosa en menos de una semana.
Descendimos precisamente en la fecha exacta de la luna
nueva. Y como lo esperábamos, según lo
aprendido en las clases de entrenamiento, la región está iluminada como durante el crepúsculo en la Tierra, a pesar de la fase lunar, que como sabemos, no permite ver este
satélite natural desde nuestro planeta.
Sin embargo, desde el Valle Lise si se notan los bordes del vecino cráter,
iluminados por una luz mortecina. Parecen los dientes cariados de un gigante que
tiene la boca abierta, como para tragarse todas las estrellas nebulosas y
galaxias que vemos en el cielo del Sur y
así permanecerá siempre.
De pronto suena una alarma en la Nicte, y un reloj digital se ilumina, marca
las 16:39 UT (Tiempo
Universal Coordinado en la Tierra).
De momento no reconocemos el motivo de la alarma, pero el equipo de
sonido de la Nicte nos lo recuerda:
“Eclipse total de Sol, Saros 139. El cono de sombra viajará hacia el oriente por el Océano Pacífico, entrará al continente americano por Mazatlán en México, seguirá hacia Texas y saldrá al Atlántico por New Brusnwick en Canadá. Su máximo será a las 18:17 UT y concluirá a las 19:55 UT.”
Luego de este mensaje, conversamos sobre lo afortunados que somos, al ser los primeros tres terrícolas que estarán en posición para observar lo que sería un eclipse total de Sol (según se verá desde la Tierra), pero nosotros lo miraremos desde la Luna. Estaremos justamente en el origen mismo del cono de sombra que dibujará una franja de oscuridad sobre la superficie terrestre.
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Paola, la primera oficial, nos dice:
- Desde nuestra posición en uno de los extremos del lado cercano de la Luna (Mirando desde la Tierra), el hemisferio de la Luna que siempre enfrenta la Tierra, el planeta se ve siempre frente a nosotros. -No revoluciona-, pero si rota (y esto no es una contradicción). Por eso no veremos el final del eclipse, ya que la rotación de la Tierra -de Oeste a Este-, nos ocultará el Este de Estados Unidos a las 19:02.
Sergei,
el especialista de misión es geólogo y nos dice:
- Si fuéramos habitantes nativos de la Luna (selenitas, pero no lunáticos), seguro diríamos que hoy tenemos “Tierra llena” y el eclipse que estamos observando, sería un “Eclipse parcial de Tierra”. La sombra de la Luna cae sobre una región de la Tierra.
- En realidad, desde la Luna, todos estos eclipses son parciales, ya que la sombra de la Luna (a la distancia de la Tierra), por su menor tamaño nunca alcanza a cubrir totalmente a la Tierra.
- Tampoco percibiremos el color rojizo típico de los eclipses totales de Luna, puesto que este satélite no tiene una atmósfera capaz de desviar hacia la Tierra, la componente rojiza de la luz solar.
- Sin embargo: un eclipse de Sol, si pudiéramos observarlo desde aquí (en la Luna), serían excepcional, por su duración, tamaño y nivel de oscuridad. Esto porque la Tierra cubriría al Sol durante más minutos, que lo que hace la Luna en los eclipses solares, como el de 11 de julio de 1991 (http://fisica1011tutor.blogspot.com/search?q=eclipse+total+de+sol+1991).
- Ocurrirían, desde luego, en la fase de "Tierra nueva".
Los
tres comentamos cuánto nos gustaría regresar a la Luna para la fecha de un
eclipse solar y lo pedimos como se hace con un deseo.
Es
impresionante como vemos a la Tierra fija en un punto del cielo, pero rotando
(una curiosa rotación sin traslación) como si nuestra bella "canica
azul" la tuviera bailando en un dedo
uno de esos jugadores de baloncesto, pero a la vez, también mirar el fondo de
estrellas girando más lento, detrás de ella.
Día 2 (09/04/2024).
Es un día de descanso, estudio y preparación.
Escribimos el informe sobre el eclipse, con fotos y video, y enviamos por
radio a la Tierra.
Repasamos algunos datos orbitales y físicos de la Luna. Por ejemplo, que su
órbita está inclinada 5,1 grados respecto a la eclíptica (el plano de la órbita
de la Tierra) y que su eje de rotación está inclinado 1,5 grados con su plano
orbital.
Por esas dos condiciones los rayos solares son casi rasantes a la superficie,
en ambos polos lunares y ese es el motivo por el cual las crestas de los
cráteres cercanos han permanecido un poco iluminadas.
Sin
embargo, sabemos que el fondo de esos cráteres polares está completamente
oculto por la oscuridad más negra, no importa la fase lunar. Eso lo
comprobaremos a partir de mañana.
A esa eterna tiniebla u oscuridad colabora la tenue -casi ausente- atmósfera
lunar, quizás lo más cercano a lo que conocemos como vacío. Esta carencia de
atmósfera atenúa la luz difusa (que si ocurre en la Tierra), sólo la que es causada
por la casi inexistente reflexión del oscuro suelo lunar cubierto de regolito.
Así, solo los cuerpos que reciben los rayos solares directamente están
plenamente iluminados, mientras que los que no los reciben, como el fondo del
cráter Shackleton, están en total oscuridad.
Esto último no lo experimentamos en la Tierra, puesto que la atmósfera
terrestre difunde la luz del Sol, y permite que veamos un poco de nuestro
alrededor, aún si estamos dentro de una habitación cerrada que tenga al menos
una pequeña ventana.
Día 3 (10/04/2024).
Paola y Sergei, vestidos con sus trajes de astronauta, están
descargando de la Nicte el equipo necesario, incluyendo el “rover”,
que les permitirá acercarse a una pared baja del cráter. Luego subir al borde y
realizar la primera exploración de una parte de su circunferencia; pan comido.
Yo me quedaré, en pantaloneta, dentro del módulo, para supervisar y
mantener comunicación constante con los dos exploradores. Al día siguiente,
Paola y yo subiremos al borde, descenderemos al fondo y seguiremos con la
rutina de reconocimiento, toma de datos y recolección de muestras.
El Shackleton
es un cráter de impacto circular, de 21 km de diámetro, la profundidad se
estima en 4,2 km. Se supone que su fondo no es plano, que hay algunos
montículos de varios tamaños, el central es de unos 200 m de altura. La
temperatura en el fondo puede llegar a 90 kelvin y se cree que podría haber
hielo de agua diseminado en algunos depósitos, o mezclado con el suelo, pero no
se tiene certeza. Este hielo posiblemente proviene del núcleo del cometa que
originó el cráter hace unos 3600 millones de años.
De lo que sí estamos seguros, es que allí nos toparemos con algo parecido a la
más negra noche de luna nueva, en el lugar más remoto de la Tierra que usted
pueda imaginar.
Para guiar nuestros pasos usaremos las “lámparas led”
de nuestros cascos de astronauta, que solo nos señalarán el paisaje en la
dirección de sus estrechos conos de luz.
Día
4 (11/04/2024).
Veo a Sergei y Paola conducir el “rover”,
alejarse y subir un poco la pendiente del cráter, hasta un punto donde su
inclinación llega a 35°. Lo estacionan de manera segura y comprueban que el
mecanismo de control remoto esté activo, por si yo lo necesito y debo traerlo
por medio del programa que retrotrae su recorrido previo.
El borde del cráter está 50 m más alto que el nivel promedio del Valle Lise,
por lo que solo les falta subir 32 m. Usarán en esta etapa sus unidades de
maniobra tripulada personales de última generación (“jetpacks”), cuyos retrocohetes permiten ascender o descender en el débil campo gravitatorio de la Luna (un
sexto del valor terrestre), pero solo durante tres minutos, cada vez, antes de
recargarlos.
A las 08:00 (hora de la Nicte), me informan que llegaron arriba, se quitan los
jetpacks, los colocan en un lugar seguro y comienzan a explorar el perímetro -casi
liso- del borde del cráter.
Se dan cuenta que les tomó mucho menos tiempo que el esperado y entonces, toman
una arriesgada decisión personal que no está en el protocolo.
Como
están en el borde, descansados, con luz crepuscular, con suficiente oxígeno y
energía, deciden que bajarán unos quinientos metros hacia el fondo del
Shackleton, pero no me lo harán saber para no preocuparme, seguros que les diré
que no, porque siempre me guío por lo establecido.
Estiman que pueden subir y bajar, nada más, en una hora y que yo no lo notaré
hasta que concluyan, supuestamente con éxito, y en vez de una reprimenda para
dos, tendremos una celebración entre tres.
El descenso y ascenso al interior del cráter se planeó, desde hace meses. Supuestamente se hará mañana, a la manera tradicional de los alpinistas en la Tierra, con pies, manos y cuerdas, pero requiere al menos cinco horas. Paola y Sergei se saben el procedimiento acordado de memoria, pero...
Decidido el cambio de planes, los dos astronautas usan su equipo de alpinismo
para asegurar dos cuerdas en sendas rocas del borde del cráter, que
parecen sólidas y firmes y comienzan a bajar, son las 09:00 tiempo de la Nicte.
Las cuerdas son en realidad delgadas fibras
de carbono de resistencia y
elasticidad excepcional, tienen una longitud de 600 m, sujetas a un arnés en la
espalda, como las correas para perros y están arrolladas a un anillo en la
cintura de cada traje espacial. Casi no se notan, pero pueden soltarse y
enrollarse a voluntad con tres comandos de voz, transmitidos por bluetooth
a un pequeño motor incorporado en el traje del astronauta. Ellos sólo tienen
que decir los nombres de tres notas
musicales (como se pronuncian en español,
francés, italiano, portugués, o rumano), de la siguiente manera:
- “do” de 261,6 hertzios para subir
- “si” de 493,8 hertzios para bajar y
- “fa” de 349,2 hertzios para detenerse.
Inician
el descenso, cada vez está más oscuro, a las 09:15 llega el momento de usar las
linternas, la altímetría señala que han descendido 500 m.
Todo ha resultado simple, las paredes son lisas, firmes, sin arena suelta y la
pendiente promedio de unos 60 grados ha permitido un descenso relativamente
fácil y rápido.
Aquí toman un descanso sobre una pequeña saliente y aprovechan para darme un
informe, fingiendo que aún exploran el borde, yo lo escucho y guardo en la
grabadora de la Nicte. Sin embargo, la telemetría
recibida, me indica que no están sobre el cráter, pero yo cometo el error de
pasar por alto esa -pequeña- diferencia, suponiendo que es causada por una
falla de calibración.
De
pronto sucede algo inesperado por los dos astronautas y de lo cual no me
enteraré hasta dentro de unas horas.
La saliente rocosa se quiebra, Sergei pierde el equilibrio, sufre un severo
golpe en su casco, que repercute en su cabeza y pierde el conocimiento. Cae por
la pendiente del cráter y desciende unos 50 m, hasta que el mecanismo que
controla su cuerda se activa automáticamente y frena la caída intempestiva y
bruscamente.
El esfuerzo mecánico del impacto hace que la cuerda de Sergei sobrepase
ampliamente su límite elástico, se fractura y revienta. Ya sin ningún control,
el astronauta reanuda su caída inexorable, dando tumbos hacia abajo, con golpes
y ruidos que nadie puede ver ni escuchar, posiblemente dejó de existir mucho
antes de llegar al fondo del cráter.
Paola
imagina aterrorizada la escena, pero en realidad no puede ver nada, no puede
escuchar nada, solo puede suponer un fatal desenlace. La emoción y la angustia
alteran fuertemente los latidos de su corazón, respira con dificultad, tiene un
exceso de saliva en su garganta, siente que se ahoga, quieres quitarse el
casco, pero si lo hace, entonces si se ahogará.
Pensando en su compañero y algo confundida trata de activar varias veces el
comando de parada; grita “fa- fa- fa”, pero no obtiene ninguna respuesta, ella
está en reposo y su registro sonoro no aplica al equipo de Sergei.
Desesperada quiere echar mano a su jetpack, pero se ha quedado arriba,
trata de comunicarse por radio, pero las paredes del Shackleton no permiten una
transmisión clara hacia la Nicte.
Su única opción es escalar la pared interior ayudada por el cordón umbilical de
su cuerda, una vez allí comunicarme lo que sucedió y esperar un rescate.
Difícilmente lo logra en tres horas.
A
las 10:45 recibo la noticia del accidente, ya suponía yo que algo no estaba
bien.
Paola esta exhausta, solo transmitió un mensaje escueto, está a punto de
desmayarse, solo quiere descansar, ni siquiera se atreve a usar su jetpack,
para descender hasta donde está el rover, tiene miedo y el miedo paraliza el
músculo y la mente. Por suerte todas las comunicaciones verbales y otros
datos se almacenan en la grabadora del rover y de la Nicte y yo sé dónde está.
También sé qué debo hacer.
Son
las 10:50, el mecanismo de control remoto del rover está funcionando y lo hago
regresar de manera eficiente, retornando sin problemas sobre sus propios “pasos”
porque todo su recorrido había quedado gravado en la memoria USB de su
computadora. Llega a las 11: 35, lo he estado esperando con todo lo necesario
para el rescate, lo abordo y me dirijo hacia su anterior parada.
En todo este tiempo no he recibido ningún otro mensaje de Paola y en cuanto a
Sergei supongo que está totalmente inhabilitado.
Llego al sitio donde iniciaron el ascenso, me coloco el jetpack y 25 segundos después estoy arriba, junto a Paola, con un equipo de primeros auxilios, incluyendo un tanque de oxígeno adicional. Está seminconsciente, el traje está intacto, pero respira con dificultad, parece algo deshidratada y débil. Con esfuerzo, entre los dos logramos colocarnos los “jetpacks” y descendemos hacia el rover.
Parece haber un entendimiento tácito entre nosotros. Por ahora no podemos
hacer nada por Sergei, está desaparecido, quizás ya sin vida por los
golpes recibidos, o porque su dotación de oxígeno está a punto de agotarse.
Posiblemente esté en algún punto en la pendiente interna del cráter, o en el
fondo de este.
Concentrados en regresar pronto a la base, Paola y yo dejamos todo el equipo
innecesario y rápidamente nos dirigimos hacia la Nicte.
El reloj marca las 13:01 cuando entramos a la seguridad del módulo lunar. Nos
liberamos de los trajes de astronauta y yo termino de auxiliar médicamente a mi
primer oficial, parece que está recuperándose satisfactoriamente. Ambos estamos
muy cansados y pronto caemos en un estado de somnolencia que nos hace dormir
varias horas.
Día
5 (12/04/2024).
Son las 03:24, Paola y yo estamos despiertos
y parcialmente recuperados. Afuera de la Nicte, si se mira hacia arriba, se
nota la eterna claridad de los bordes del Shackleton y la Cruz del Sur
brillando como nunca la hemos visto encima de él.
Pero adentro y en completa oscuridad, hay todo un dilema para nosotros:
¿Cómo encontraremos a Sergei?
Decidimos
completar la misión y al mismo tiempo buscar a nuestro geólogo.
Usamos el rover, los jetpacks y las cuerdas para trasladarnos rápidamente a lo
que quedó de la saliente rocosa en el interior del cráter, donde ocurrió el
accidente.
Continuamos el descenso en la supuesta dirección de la caída de Sergei,
ayudados por los jetpacks y las cuerdas, alumbrando a veces el camino con las
lámparas.
Una hora después llegamos al fondo y allí encontramos un inconfundible signo
del final de la trayectoria de caída de nuestro compañero.
El maltrecho guante de su mano izquierda con su dedo índice, parcialmente
atrapado en un pequeño bloque de agua congelada. Posiblemente algo de hielo del
fondo se fundió por la energía del impacto y se recongeló casi inmediatamente,
debido a la baja presión.
Junto al guante, se mira una irregular huella de arrastre de unos tres metros
de largo, donde se aprecian cristales de hielo recientemente removidos y reformados, mezclados con regolito
lunar fino y pequeñas rocas, pero que curiosamente termina abruptamente.
Se puede apreciar inequívocamente, que más allá de la huella y en todas
direcciones el fondo del cráter no ha sido alterado.
Paola y yo nos juntamos, teniendo cuidado de caminar solo sobre nuestras
propias pisadas, usamos las lámparas a máxima potencia e iluminamos la escena
en todas direcciones.
Nada…, todo parece estar inalterado diez metros a la redonda. Sólo se aprecia
el típico suelo de un cráter lunar, pero no está Sergei, ni ninguna otra pieza
de su traje, o equipo, no hay ninguna pista de su posible destino. Para
nosotros ha desaparecido misteriosamente.
- ¿Qué hacemos, me dice Paola?
Vemos
los manómetros y nos damos cuenta de que hay justamente el oxígeno necesario
para un regreso rápido, esto si nos elevamos con los jetpacks, que esperamos
tengan la potencia para hacerlo.
Rápidamente apilamos unas rocas, que casi no podemos ver, colocamos encima el
guante de Sergei y el transmisor encendido del radiofaro de Paola, cuyos
“bip-bip-bip” comenzamos a escuchar.
Dos horas más tarde ya estamos de regreso en la Nicte. Allí decidimos que no
habrá día 6, viajaremos a la Tierra inmediatamente.
Luego
de obtener la autorización del centro espacial y de insertar en la computadora
los nuevos parámetros de la trayectoria de regreso, nos elevamos sobrevolando
el cráter.
Por la radio de la Nicte seguimos escuchando los cada vez más débiles “bip-bip-bip…” del radiofaro.
¿También los podrá percibir Sergei, donde sea que esté?
¿En algún rincón de la fría, eterna y oscura profundidad del Shackleton, o en
otro sitio?
Nunca lo sabremos.
Ahora nosotros desde aquí arriba, solo nos queda saludar y despedirnos del
amigo y compañero cosmonauta, con una mezcla de tristeza, respeto y alegría.
Vamos de regreso a la Tierra, con una accidentada misión, casi cumplida.
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jav.
Me encantó la historia.
ResponderEliminarMuy bueno, lo felicito me mantuvo en suspenso, hasta que lo terminé. Gracias por compartirlo.
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