martes, 1 de noviembre de 2011

El sueño de Chiang Tsú

Hace dos meses jav me envió unas fotos con nubes y cometas, estrellas y planetas, captadas durante el crepúsculo, luego de la puesta del Sol, las que me motivaron a escribir este pequeño cuento y aquí se los paso.
La fotografía, la naturaleza, la astronomía, un poco de creatividad e inspiración, pueden motivarnos a producir cosas muy diferentes a nuestra cotidianidad.
¿No quiere intentarlo?


Cuento, por Marie Lissete Alvarado

La historia se desarrolla en el lejano Oriente, hace tanto tiempo que es imposible precisar el momento en que ocurrió. Solo sabemos que fue en un pequeño valle rodeado por hermosas montañas y cristalinos ríos, llamado Hin Tiang.

Había allí dioses encargados de brindar lo necesario a los seres vivos; pero la diosa Luna, ávida del poder absoluto planeaba cómo cumplir un egoísta deseo. Llena de soberbia, envidia y vanidad quiso conquistar a un joven aldeano llamado Chiang Tsú y convertirlo en uno de sus esclavos. Aprovechó que al joven le gustaba nadar en el lago al final del día, para seducirle y aunque él quedó aterrado por la presencia divina, le confesó no estar interesado y que Nabiko, su gran amor le esperaba en la casa.

La Luna enfurecida hizo pagar ese desaire lanzando sobre todo lo que estaba en el valle esta terrible maldición: 
¨Los pobladores, quedarían convertidos en piedras, Nabico, en un espantoso monstruo acuático al que le era imposible salir del lago y Chiang Tsú en un dragón volador que saldría todas las tardes de las entrañas de la montaña¨. 

Todos los días Chiang Tsú se elevaba por los aires para teñir el cielo con hermosos celajes, pero no podía escapar, descendía velozmente mientras durara la luz del atardecer para acercarse todo lo que le fuera posible a las aguas del lago y mirar por unos instantes a su amada quien estaba tan cerca de la superficie como le fuera posible, sus rostros casi se tocaban, pero no podían pasar a más.
En su desesperación, Chiang Tsú debía siempre regresar al corazón de la montaña y permanecer oculto hasta el día siguiente a la misma hora.
Nada podía entrar o salir del valle, todo estaba maldito, era abominable y peligroso.

En las afueras de las montañas malditas la vida transcurría normalmente, pero todos conocían la historia.
Animales y personas no se atrevían a acercarse, hasta que un día un insignificante y joven roedor llamado Yinyín se convertiría en el héroe de esta historia.
Obligado a no regresar a su comarca hasta recoger una abundante cantidad de raíces; caminó sin rumbo y al llegar la noche, estaba muy lejos de su hogar. Afortunadamente encontró un pequeño orificio largo y estrecho donde al sentirse seguro se durmió. Su sorpresa al día siguiente es que había encontrado la única entrada y salida del valle.
En ese lugar, una pequeña roca le contó toda la historia, se sintió conmovido y prometió regresar con ayuda para terminar con la maldición. Salió del valle y logró llegar a su comarca para que le brindaran su ayuda, pero como siempre fue menospreciado y castigado por no haber cumplido con la tarea que asignada.

Decepcionado, escapó hasta llegar a un riachuelo, que le preguntó qué le ocurría.
Yinyín narró su historia a quien providencialmente conocía la solución. Pero resolver el problema era una proeza sumamente peligrosa, sin embargo, el pequeño roedor insistió en que debía llevarla a cabo sin importar las consecuencias.
El riachuelo que antes había sido un extenso río, explicó que debía llegar a la cumbre más alta donde el dios Sol besa a la diosa Tierra para brindarle su aliento de vida. Ahí permanece oculta una planta mágica que le sirve de guía a Tong Chen, el cometa de los deseos, cuando se dirige a visitar a su padre Sol. Quien se adueñe de la flor y la muestre al cometa en el momento preciso que pase por lo más alto del cielo, se le concederá cualquier deseo, pero solo quedan tres días para que esto ocurra.

Yinyín estaba físicamente agotado, por eso convocó a todos los animales del bosque y les explicó la urgencia. Un enorme siervo se ofreció a llevarlo hasta lo más alto que pudiera, corrió tan rápido casi que parecía volar sin descanso, un día y una noche, pero al amanecer del segundo día no pudo subir más, sus gastadas pezuñas ya no se lo permitían.
Yinyín agradeció la ayuda, se separaron y siguió ascendiendo, pero pronto se cansó. 
Encontró a un lobo de las montañas quien se disponía a devorarlo, pero de este encuentro Yinyín logra escapar ileso y le propone al lobo que le ayude. Este accede pues era el único sobreviviente que había escapado de la maldición lunar, gracias a la rápida acción de su madre. Un día y una noche el lobo escaló sin descanso hasta llegar a la cúspide de la montaña más alta, al amanecer del tercer día el lobo estaba agotado y le dijo al roedor que no podía más. Éste agradeció la ayuda y continuó en busca de la flor mágica; la clave para romper el hechizo.
Al asomarse por un risco, casi pierde la vida al desprenderse una gigantesca roca bajo sus pies, donde precisamente estaba oculta la planta. Solo la oportuna intervención del lobo le salvó, al morder con su hocico su delgada cola, pero ambos cayeron al abismo.

En ese momento, se elevó desde lo profundo del valle una enorme águila, furiosa porque la roca destruyó el nido que estaba construyendo. Estaba dispuesta a matar al lobo y su ratón.
 A pesar de que ambos animales son enemigos naturales, Yinyín muy diplomáticamente explicó las razones por las que estaban allí y lo importante que era su ayuda para salvar a toda la comarca, pues el tiempo se estaba agotando; al llegar la medianoche de ese tercer día, Tong Chen pasaría y sin flor, no concederá ningún deseo.


El águila aceptó colaborar, Yinyín montó sobre ella y se sujetó con fuerza de las plumas del cuello. 
Aquila emprendió el vuelo, primero un descenso en picada para tomar velocidad y llegar a tiempo a las afueras del valle, por donde solo el pequeñín podría entrar y plantearle la situación al dragón.
Cuando finalmente Yinyín tuvo al dragón frente a frente, le hizo entender que él era la única esperanza para romper el hechizo. Empezaba a oscurecer y Chiang Tsú, que ansiosamente esperaba este desenlace, no se dirigió a la montaña como de costumbre, se quedó escondido entre los árboles hasta que Yinyín le diera la señal para empezar a volar hacia el firmamento. 
Cuando fue el momento, el dragón pidió que se le pusiera la flor en el hocico, pues creía que el roedor no soportaría la altitud, sin embargo, Yinyín insistió en acompañarlo, flor en mano.
Juntos ascendieron en un vuelo tan alto hasta que vieron a Tong Chen y en ese instante, el brillo de la flor fue tan potente que hizo al cometa desplegar una majestuosa cola de cinco puntas.

 
En ese momento, el poder del sol se hizo presente, eliminó la maldición, restauró la belleza del valle y reprendió severamente a la Luna. 

Chiang Tsú y Nabico al fin pudieron tocarse y procrearon los hijos de una nueva historia.
Lamentablemente en esas condiciones Yinyín ya no podía respirar, perdió el conocimiento, y se precipitó al vacío, ya había fallecido antes de tocar tierra.

Pero para que este héroe y el resto de sus amigos nunca fuera olvidado, el padre de los dioses los convirtió en constelaciones para que generación tras generación los siguieran viendo, allí están las constelaciones Aquila (el Águila), Lupus (el Lobo), Draco (el Dragón), Cetus (el Monstruo Acuático) y Eridanus (el Río).

Ahora yo le invito a encontrar a Yinyín (el asterismo de la Rata), eso sí muy pequeño y oculto en su agujero estelar.

¿Y qué pasó con Nabico y Chiang Tsú?
Bueno, esa es una historia que aún no termina.


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