viernes, 22 de febrero de 2013

La piscina pública de Curridabat

No sé si me saldrá un viaje, un cuento, o si será una historieta, usted juzgue al final.

Bueno, sí hay un viaje, aunque muy corto, unos 5 kilómetros ida y vuelta  que hago ahora dos veces por semana, desde mi casa, hasta la plaza de José María Zeledón, en Curridabat
Resulta que la municipalidad de ese cantón  de la provincia de San José, ha remodelado la antigua plaza de fútbol y el “parque” de beisbol, yo diría que bastante bien. Al costado sur construyó desde junio del 2012 una piscina, (25 m, 5 carriles) donde por los años 80, estaba el “home plate”  y los “dog-outs”, solo separada por una malla del kínder de la Escuela José María Zeledón.

No me pregunte por qué el fútbol se juega en una plaza o en una “cancha”, pero el béisbol se juega en un “parque”. Debe haber razones históricas, de costumbre. La cosa es que por 1982 logré que Mario Espinoza aceptara a mi hijo Javier en su equipo de béisbol, categoría “mosco”. Recuerdo que no fue fácil, pues los vecinos de JMZ nos miraban con recelo, pues en toda la urbanización había suficientes chiquillos para formar al menos 4 equipos en tres categorías. Mario y Ricardo, el señor "batata" y Vílchez tenían un equipo cada uno, de “mosco”. Walter Estrasburger era el "coach" del juvenil. Nunca entendí por qué en ese tiempo los chicos de categoría juvenil eran de menor edad que los de infantil, otro asunto de reglas supongo. En esa época se entrenaba el sábado y teníamos partidos de campeonato los domingos, en Hatillo, la Sabana, el Parque Escarré y a veces en un sitio de Heredia, donde el entrenador era un excelente beisbolista de Naranjo (donde nací). Allí siempre perdíamos por “nockout”, eran los campeones.
 

Tenía una microbús Volkswagen “Samba” (56285) color mostaza con beige y creo que Mario muy inteligentemente me nombró su asistente (y de rebote chofer). Todos los domingos la llenábamos con al menos 9 chiquillos e íbamos a los partidos. La fiebre beisbolera me contagió y llegué a ser primero asistente y luego entrenador de mi propio equipo de “béisbol Tee”, una modalidad en que la bola se coloca en un soporte flexible (tee), el “pitcher”  hace el simulacro del lanzamiento, el bateador batea, se corren las bases, se anotan las carreras, se hacen “outs”, hay desde luego un marcador para definir el resultado, pero si mal no recuerdo cada entrada termina hasta que todos los niños de un equipo hayan tenido su turno al bate. Eso fue durante unos tres años, con mi hijo menor Ricardo en el grupo de Tee y Javier en el de mosco. El transporte los domingos no era nada simple.
A veces los entrenadores teníamos un juego de práctica, yo no tenia mucha potencia al bate. Si tenía suerte a veces me salía un “Texas ligguer” (un batasito justamente por encima de los jugadores del campo corto, e imposible para los jardineros), pero casi siempre quedaba “strike-out”. Sin embargo corría bien, por lo que participaba al menos como corredor emergente de segunda  a "home", anoté varias veces.


Ahora me pregunto ¿por qué nos patrocinaba la Municipalidad de San José? Será que en algún momento, sin percatarnos, nos corrieron el límite cantonal y ahora las fiestas de fin de año de Zapote, excepto quizás por el redondel de toros, unos juegos mecánicos y algunos lugares para comerse algo con boca de cerveza, son cada vez más “fiestas de Curridabat.”
 
Bueno, pero volvamos a la piscina, basta de historieta personal.
En mi corto viaje salgo de mi casa, cruzo la plaza del campo ferial de Zapote casi vacía, excepto por los instructores de manejo de automóvil y sus estudiantes que la usan tempranito. Sigo hacia la carretera principal, porque cruzar por "PriceSmart" no se puede hasta después de las 10. Paso junto a varios estacionamientos donde siempre entran y salen vehículos, “Ekono”, la agencia del “Banco Nacional”, el Registro Nacional, con mucha gente presurosa ahora con la renovación de placas vehiculares en un nuevo edificio que esta al lado. Miro a los peatones  -aprete y aprete- cinco y más veces el botón del semáforo; siempre pensé que ese era un mecanismo inteligente, quizás con memoria y bastaba con un solo “push”, quizás no.
Aprovecho para cruzar al lado izquierdo de la calle, entre carros que sobrepasan la ausente o despintada franja de seguridad, taxis estacionados a la espera de clientes, vendedores de frutas que les diceb a las muchachas -"negrita que le damos hoy-", empleados del Registro y clientes que aprovechan para tomar su merienda.
Al llegar frente a “Aliss” ya me llega el infaltable olor a chocolate de la “Cocoa”, a veces con suaves cambios a caramelo o menta, que el viento trata de mezclar como director de orquesta. Eso revolotea en mi nariz hasta hasta el “Periférico” del centro comercial José María Zeledón, donde generalmente hay carros de reparto, siempre con las ruedas derechas montadas sobre la acera, si me topo a alguien tenemos que cruzarnos de medio lado. Sigo hasta el semáforo y atravieso la calle (cuidado con los carros que dan vuelta hacia la “Pops”, tanto viniendo de San José, como de Cartago).
Paso frente a la “Princesa Marina” (me encantan los mariscos y el pescado, pero es muy temprano), frente al vivero donde una vez conseguí una planta de aristoloquia, para ver si me llegaba una mariposa que supuestamente se hospeda en ella (llevo un año y nada). 
Una cuadra más  y paso con cuidado el hueco  de alcantarilla sin tapa de unos 50 cm de diámetro y 2 m de profundidad, cerquita de la Escuela (le pusieron una de varilla gruesa antes del inicio de clases, justamente el día que llevé una cámara para documentarlo – me sentí frustrado pero alegre y satisfecho-.
A la derecha (al otro lado de la calle) está un impresionante taller de estructuras metálicas, que ni “Sansón”  podría mover y, justamente en la esquina frente a la “Honda”, donde a veces llevo a “Sherathan” para una revisión, doy vuelta a la izquierda. Allí está 'pulseándola' y tratando de hacer lo mismo (pero hacia Curri), un bus de la línea Zapote-Curridabat. Cuando manejo mi carro, me salen “ñáñaras” en la piel, si forzosamente debo dar vuelta a la izquierda en las calles de doble vía de San José, trato de evitarlo aunque se me alargue el camino.

Cincuenta metros más y allí están las gradas de acceso a la piscina. Para ingresar se debe mostrar el recibo cancelado a un  guardia de seguridad impecablemente uniformado. Hemos tenido diversos personajes; una mujer algo marcial que en sus ratitos libres la vimos hacer algo semejante a carate en el aire y no nos permitía ingresar ni tarde ni temprano. También algunos varones más complacientes, pero que a veces me dicen, “-usted entra las 9, verdad-”, sin embargo todo muy amistoso, hasta compartimos una merienda el 14 de febrero.

La piscina abre de 5:00 a 19:00 de martes a viernes, pero también hay horarios de sábado a lunes.
Los precios son bastante cómodos, por ejemplo, un adulto mayor  como yo, que va durante una hora, dos días por semana solo paga ȼ 4 000 al mes. Sin embargo, bueno en mi caso y el de otros compañeros, creo que lo mejor es tomar el adicional de “clases de natación”, o “hidroterapia”, con la profesora Sandra, pues no solo tiene supervisión, ejercicios planificados, uso de equipos y compañeros haciendo lo mismo. Por ahora cuesta ȼ 14 000 al mes (2 lecciones).

A mis 70 aún no domino el estilo libre, aunque algo le hago, trabajo en coordinar bien la respiración. Pero no me preocupo, disfruto más la hidroterapia cuyo  efecto favorable en mis músculos de brazos y piernas ya lo noto. Ademas en hidroterapia la actividad es mas relajada, a veces contamos chistes, tarareamos trozos de canciones, contamos algo que hicimos en el resto de la semana, claro todo hasta que la profe no nos ponga en regla y entonces castigue a Claudio con los ejercicios de bola que no le agradan.
He visitado 4 piscinas anteriormente. Comencé a las 7 en la de Plaza Víquez, luego una temperada (Acuanautas) frente el estadio de fútbol de Curri, otra también temperada entre Zapote y San Francisco (iba a las 5:00 para usar la primera agüita fresca del día) y la del Liceo de Costa Rica (sábados). De todas tengo buenos recuerdos y siempre aprendí algo de los instructores, espero asistir por mucho más tiempo a esta de Curridabat.
1983

Ahora en febrero el Sol del invierno (decimos 'verano' en Costa Rica) nos calienta bien de 9 a 10 y seguro seguirá un poco más durante la primavera, que inicia en un mes. A veces hace un poco de viento, pero no es problema. La muni de Curri le da buen mantenimiento y está cubriendo con césped los alrededores. Anda el rumor que para tener más clientela le instalarán un sistema para temperar el agua. 
Ah una cosa importante, debe cancelar los derechos en la Municipalidad, pero antes necesita un recibo que se lo confeccionan precisamente en una oficinita que hay en la piscina. Se paga al inicio del mes.
No olvide llevar gorra y anteojos.


A veces hago el viaje en mi carro, el estacionamiento en la orilla de calle por ahora parece seguro.