Atendiendo una amable invitación de la arqueóloga Ifigenia Quintanilla, participé en un viaje a la comunidad de Bolas en el cantón de Buenos Aires de Puntarenas.
También a Finca Victoria, en Palmar Sur, ambos sitios reconocidos por las monumentales esferas de piedra de nuestro país. Un rico tesoro escultórico legado por los indígenas que poblaron una amplia región en la llamada zona sur de Costa Rica.
Esto no sucede así cuando se trata de adultos en “cortejo”, para los cuales el tiempo y la distancia entre una aparición y otra es mayor y es cuando se dan los saltos fuera del agua y colasos contra la superficie.
Recuerde que para no producir ninguna situación estresante a estos mamíferos, la distancia mínima de observación debe ser unos 50 m y como es lógico, no acosarlos rodeándolos de embarcaciones.
Usé una Nikon D60, con un lente de 150 mm, enfoque automático, disparo sencillo, algunas con modo paisaje y otras en macro.
Supongo que algunos de ustedes con mejores conocimientos fotográficos, experiencia y equipo podría sacar mejor provecho; con el ISO apropiado, lente de mayor distancia focal, exposiciones múltiples, reductor de vibración, etc. Pero le cuento, algunos compañeros obtuvieron muy buenas imágenes, con la cámara de un teléfono celular.
Pudimos observar más de diez hermosas cascadas, casi por todos los lados de la isla, que es como una especie de rectángulo. Supongo que estas cascadas se mantienen gracias a la fuerte lluvia, que crea depósitos de agua en la superficie y provee la requerida agua para las nacientes que se mantienen todo el año. Esta condición de tener agua potable y la fertilidad del suelo, hizo que la isla fuera habitada por nuestros aborígenes durante muchos años.
También en 1998 y 1999, cuando trabajé en la sede de la Universidad de Costa Rica, en Liberia, Guanacaste; el profesor Jorge Moya, que es biólogo, me invitaba a las giras del grupo de “Turismo ecológico”.
Nos hospedábamos durante tres días en “Marenco”.
Es muy interesante, hacer “snorkeling” en la playa de la isla, entre las pocitas que quedan entre algunas rocas, durante la marea baja, aunque sea solo chapotear en agua de 50 cm de profundidad. No olvide usar una gorra y dejarse una camisa para protegerse la espalda, pues la emoción del variado número de pececitos de colores y otros “bichitos” marinos podría distraerlo mucho y entonces pagar caro su entretenimiento con una fuerte quemada de sol.
El servicio de guarda-parques cobra una entrada personal y un “derecho de atraque” para la embarcación. Se requiere una lista previa al menos del número de personas, que debe negociarse antes con el operador del tour. Se paga en Sierpe.
Y aunque usted no lo crea, no hay servicios sanitarios, ni siquiera para ellos. Creerá el Ministerio encargado de estos sitios, que tiene el derecho de mantener trabajadores bajo esas condiciones sanitarias totalmente inapropiadas; está infringiendo la ley civil y humana.