Danilo Villalobos Morales,
mi tío, nació en Naranjo el 11 de agosto de 1925.
Murió en Turrialba, el 17 de abril de 2021.
Se casó con la turrialbeña Zoraida Calderón Campos el 7 de
diciembre de 1961, con ella tuvo tres hijos, José Luis, Hernán y Heidy. Al momento tiene 4 nietos.
Danilo me contó que trabajó en la Unidad
Sanitaria de Naranjo, como asistente del doctor Fernando Acevedo y una vez tuvo
que salvarle la vida colocándole una inyección cerca del corazón (como se ve a veces en las películas), porque este casi se muere de algo semejante a un infarto.
Para la revolución del 48 a Pachico, Danilo y Hernán no
les fue fácil, pues don Lolo y su familia no eran liberacionistas. Sé que, en
tiempos duros, luego del 48, los tres hermanos trabajaron sacando piedra de río
en algún sitio de Naranjo, por eso emigraron primeramente a la zona bananera
del Pacífico, Quepos, Parrita y luego a Limón.
Cuando estaba en tercer año del colegio, recibí un hermoso
regalo para navidad, de parte de mis dos tíos, que trabajaban y vivían en
Limón, Pachico en la alcaldía y Danilo en “Cocoles”, donde se realizaba la
exploración petrolera.
Era una linda bicicleta marca “Swift”,
semi-carrera, guardabarros y maletero pegado al asiento, de las que solo
llegaban al “comisariato” de la Northern.
Danilo la trajo por tren hasta San
José y luego en bus a Naranjo. Era mi primera bicicleta, no sabía cómo
conducirla y en el proceso hubo varios raspones, en mi piel y en la bici.
Durante las vacaciones del año siguiente estuve conduciendo por las calles
planas y con poco tránsito de Limón y me hice experto.
Con mi bicicleta, que
creo no tenía piñón multiplicador para cambios de velocidad y con la compañía
de algunos amigos de Pueblo Nuevo, fui a Zarcero, Sarchí, Grecia y Palmares,
claro recorriendo la mayoría de las cuestas a pie y gastando el taco de freno
en las bajadas, pues me daba miedo viajar muy rápido, mis amigos siempre me
esperaron abajo.
Recuerdo tres cosas que me pasaron con Danilo, en Naranjo.
Una vez me mandó a comprar fósforos a la pulpería de don
Nino Serrano, el me esperaba en la puerta de la casa y yo venía tirando hacia
arriba la cajetilla, como si fuera una bola. Continué tirándola y apañándola hasta estar
muy cerca de la casa y en la bajada del último lanzamiento la cajetilla quedó
en el techo, no recuerdo como lo resolvimos.
Otra vez, no sé por qué, me pidió que le encendiera un cigarrillo (“ticos - sin filtro-”) y
yo fui a la cocina de leña y lo prendí por ambos lados.
Era de noche y Danilo
al llevárselo a la boca y ver que el lado cercano estaba prendido, quizás sin prestar mucha
atención simplemente lo giró y lo colocó en su boca. Creo que se quemó un poco,
pues se enojó bastante, pero inmediatamente nos reímos.
La otra fue bastante agradable, fue antes de tener mi propia bicicleta, pero
está relacionada otra, una “Legnano”,
de carrera, con dos platos de cambios en el pedal y piñón de velocidades en la
rueda trasera, con escalapies, barbas y corneta, de solo 19 libras, que Danilo
había comprado en Limón y la trajo a Naranjo durante una de sus vacaciones, para darse taco.Era
única en Pueblo Nuevo, entre las pesadas Raleigh
y Rudge
de la época. Danilo se paseaba orgulloso por las calles de Pueblo Nuevo y me
llevaba en barra.
Por 1975, cuando Danilo trabajó en el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas,
en Turrialba, me regaló una hermosa “araucaria”,
que estuvo creciendo por un tiempo en el jardín de mi casa, en Zapote. No recuerdo
que pasó, pero ya no está, quizás me asustó la posible altura que tendría en
estos días.
Varias veces lo visité en su casa de Turrialba y en la de
Montecillos de Alajuela.
Las fotos son de una visita que hizo a mi casa en Zapote,
siempre me pareció que le interesaba mucho lo que yo hacía y se sentía
orgulloso de sus hijos y de este sobrino, que lleva sus mismos apellidos.
El 4 de junio de 2016 hice un viaje a La Alegría en
Siquirres, con mi tío Danilo y José Luis, su hijo mayor. Visitamos la finca de
Lucía y Tarcicio, donde este tiene un criadero de moscas para combatir algunas
plagas de insectos.
Danilo siempre fue un hombre de trabajo y no le tocaron los
suaves y de oficina.
Tanto en la zona bananera, en Cocoles, en Turrialba y
finalmente en la Cruz Roja en San José fueron trabajos de músculo, pero él
siempre pudo con ellos, quizás eso viene de la genética de mi abuela Argimida, que
tenía muchos rasgos indígenas y de la cual espero haber heredado un poquito.