miércoles, 24 de octubre de 2018

Flores y semillas de cebollino

Quizás algunos de ustedes si hayan visto estas flores y semillas del cebollino.

Para mí fue algo nuevo (verlas crecer), aunque desde luego, pensándolo bien, al menos en teoría, sabía que se trataba de una planta con flores, puesto que lo he cultivado por medio de semillas.

 




Sin embargo, éstas que produjeron las flores, están en mi huerto de otra manera; vinieron como plantas de la Feria del Agricultor de Zapote, hace unos dos meses.



"Puerro" de tres semanas.........>


El "puerro" y el "culantro de coyote" se pueden reproducir de la misma manera.
En efecto, compré varias plantas de cebollino (Allium schoenoprasum), pero las escogí de tal manera que aún convervaran las raíces. Cuando llegué a mi casa corté los tallos a unas dos pulgadas de la base de la raiz y mantuve éstas en agua por unos días (¡con un poquito de tierra, me dijo mi amiga Marie!), hasta ver que las raíces aumentaban. Luego las sembré en una jardinera con la tierra un poco suelta y allí recibieron el sol y los aguaceros de setiembre y octubre.


Casi a la semana ya se observaba un crecimiento de los tallos y como al mes ya pude cortar varias hojas de una de la plantas.
Se pueden utilizar en un platillo de huevos revueltos con hojas de albahaca y "tomatillo cherry", que también cultivo; muy sabroso.


Pero sin querer algunas de la hojas de una planta se quedaron sin cortarles las puntas, y allí desde hace unas tres semanas estoy observando el crecimiento de las flores.

miércoles, 3 de octubre de 2018

lunes, 1 de octubre de 2018

Mi madre (I parte)

María Luisa Villalobos Morales murió en San Rafael Abajo de Desamparados, el 20 de abril de 2009 y nació en Naranjo de Alajuela el 21 de junio de 1918, su padre Dolores y su madre Argimida.
Yo nací en 1943. Uno de mis primeros recuerdos es la ropa que con cariño confeccionaron para mí, mamá y mis tías. Durante mis primeros años, mi mamá y mis tías tenían un taller de costura, en un local frente al costado Oeste del Mercado de Naranjo.
En 1950 mamá contrajo matrimonio con Eulalio Romero Lagos, un hondureño, vecino de Comayagüela, cerca de Tegucigalpa.
Eulalio era un pintor de casas y rotulista, también tenía conocimientos de barbería. Tuvo una en Naranjo, que por un tiempo le quitó buena clientela al barbero histórico del pueblo, Matías Alfaro Córdoba, a mí me cortó el cabello varias veces.
Eulalio también era un carpintero, una vez construyó una mesa de tabloncillo de piso, de unos 50 cm de alto, con sus respectivos bancos en disminución, para mí, Laura, Adolfo y Francisco. Para mis hermanos el peso de esos muebles estaba totalmente fuera de su capacidad, supongo que a la mesa se le podía subir un Volkswagen escarabajo y lo aguantaba. En principio la idea estaba bien, para que los niños pudiésemos comer al mismo tiempo que los adultos, sin estar sentados a la mesa principal, él, mamá y mi abuelo.

El 19 de julio de 1952 nació mi hermana Laura. Cuando tenía como un año, más o menos, vivimos en Guadalupe de Goicoechea, en una casa 25 m al Sur de la “Pulpería La Noche Buena”.
En ese año hice buena parte de mi segundo grado en la Escuela Pilar Jiménez, recuerdo que en el "cuaderno de vida" había que escribir con tinta, usando una pluma de manguillo de las llamadas zopilotas y había que llevar un tintero y un secante para la pluma. Mi mamá me hizo uno con unas capas de tela absorbente unidos entre sí con un botón.
En esa época había aún carretones (tirados por un caballo) que halaban carga entre San José y Guadalupe, el papá de uno de mis compañeros tenía uno y una vez nos dió un paseo, alrededor de la cuadra.

Mi mamá creo que fue una mujer sufrida, no muy afortunada en su matrimonio, no tuvo las comodidades que algunos de sus hijos ahora tenemos. Aguantadora, callada, de trabajo, pero con buena salud casi hasta el final, cualidad que espero heredar.

Varias veces compró una maquina Singer  y hasta una Pfaff,  para su trabajo de costura, creo que algunas las perdió para subsanar una necesidad económica apremiante.
Recuerdo haberla visto cortando docenas de piezas de “abriguitos”, “baberos”, “piyamas”, “mamelucos” o “delantales”, para el taller de costura del Bazar Celeste, en Naranjo.
También comprando con dificultad hilo, zíper y botones para el vestido de una cliente, apurarse a concluirlo y a entregarlo para recibir una platita y comprar comida, quizá unos 15 colones en 1959, y este cliente poco considerado le dijo “doña Luisa, el sábado paso a pagarle”.

Por suerte con el trabajo fijo de cortadora, al menos pagado a tiempo, otros trabajitos de costura y la ayuda casi constante de mis tres tías, pudimos sobrevivir la etapa en que los hermanos aún no teníamos edad ni capacitación para trabajar y contribuir.
Es posible que no tuviéramos la ropa ni los útiles escolares, ni las oportunidades de recreación, que tuvieran los chiquillos de otras familias, pero no puedo decir que pasáramos hambre, al menos siempre hubo arroz, frijoles, plátanos, algún chayote, un huevo y a veces un bistec. Todo esto lo logró mi mamá a puro esfuerzo y trabajo.

En otra oportunidad les contaré más sobre mi mamá, a partit de cuando vivimos en San José, de 1969 en adelante.
Mi mamá tendría hoy cien años, tres meses y nueve días, y si estuviese viva, de seguro que habría celebrado hoy el día del adulto mayor.