Cuento corto de José Alberto
Villalobos.
Publicado en “La Tinaja de
Guaitil y otros cuentos”. EDiNEXO, 2015 y 2021, pág 11-42.
En “Supernova
Betelgeuse con otros cuentos”. CartagoAntiguoCR,2024, pág 35-48.
Hola, yo soy Wolff, el copiloto de una nave espacial, la Calíope, a punto de estrellarse en Marte: le resumo lo que sucede.
La astronave cuenta
con sólo 71 litros de combustible, la altimetría señala 51 metros, el nivel de
proa 63 grados hacia abajo y desciende casi sin control a 5 metros por segundo,
pero creo que sobreviviremos
. La colisión es
inminente, haremos un aterrizaje forzado en uno de los cañones arenosos del “Laberinto de la noche”, al extremo oeste del Valle del Mariner, en el planeta Marte.
La fecha, 8 de setiembre de 2063.
Por una coincidencia del calendario y la ventana espacial apropiada para
dirigirse al cuarto planeta del Sistema Solar, en una trayectoria rápida de
transferencia de Hohmann
y de menor gasto de energía, llegamos en un aniversario del nacimiento de la
comandante Mlah.
La Calíope es una
astronave de último diseño, que puede realizar despegue vertical y aterrizaje
horizontal, pero solo en la Tierra. Es un híbrido entre el viejo Saturno V del Programa Apolo de la NASA, que llevó astronautas a la Luna, los trasbordadores
espaciales y la Dragón de SpaceX, pero con más espacio de carga y habitacional.
Para que los seis astronautas que hacen el viaje a Marte, durante poco más de
seis meses, tengan un mayor espacio de convivencia y movilidad, pero siempre
muy limitado.
Es piloteada por
una comandante y un primer oficial, transporta equipo de supervivencia, fuentes
de energía (baterías), computadoras para telecomunicaciones y cuatro
astronautas-colonos para la estación espacial que se está construyendo en la
altiplanicie volcánica de Tharsis, justo en el ecuador del planeta rojo.
Estos cuatro colonos se dirigían a la colonia Mars 1, establecida
por la primera tripulación, en las faldas del Volcán Pavonis, también en
el ecuador de Marte, durante las muy favorables etapas de acercamiento entre
los dos planetas del 8 de abril de 2043, que se repitió en el 2058. Allí hay
actualmente 8 astronautas terrestres en los 10 módulos de descenso, entregados
en sobrevuelos previos semejantes al nuestro. Su arquitectura fue modificada para
funcionar como “invernaderos humanos”. Allí están construyendo una
base estable y funcional para crear una colonia permanente, a solo siete
grados al sur del ecuador del planeta.
Marte es similar, pero también diferente a la Tierra. Su volumen es solo 0,15 veces el de la Tierra, esto porque su diámetro es 0,53 veces el del planeta en que vivimos (recuerde que el volumen es proporcional al diámetro al cubo). Su masa es solamente 0,107 veces que la terrestre. Estos dos factores se combinan para que la gravedad en la superficie marciana (g = GmM/r2) sea 3,72 m/s2, solo 0,38 veces la que experimentamos usted y yo todos los días en la Tierra.
Sin embargo, la inclinación de su eje de rotación (oblicuidad), respecto
al eje de revolución de la órbita es 25° 19´, casi el mismo que el de la
Tierra. Por ese motivo también en Marte hay cuatro estaciones. Pero como está
más alejado del Sol (semieje mayor de la elipse igual 1,53 unidades
astronómicas), su período de revolución es casi el doble (1,88 años) que el
terrestre, en plena concordancia con la Tercera Ley de Kepler. Consecuentemente
las estaciones marcianas tienen también casi el doble de duración que las
terrestres.
La mayor distancia también repercute en la insolación y, desde luego, en la
menor temperatura de este planeta (en promedio -63 °C).
El bajo campo gravitatorio debe haber sido uno de los factores principales, para que la atmosfera primigenia escapase de Marte, hace unos 4000 millones de años.
Ahora, la presión de la reducida atmósfera es solo 0,00063 atmósferas estándar. Los componentes son mayoritariamente dióxido de carbono, argón, nitrógeno y solo 0,15% de oxígeno. Totalmente “invivible”, física y químicamente para nuestro cuerpo, si no se tiene un traje de astronauta hermético, presurizado y con provisión de la mezcla respirable que llamamos en la Tierra aire.
La bajísima presión atmosférica y la temperatura siempre bajo cero, hace que los únicos lugares donde haya agua en la superficie de Marte, en “fase” de hielo, sea en los dos casquetes polares, por lo rasante de los rayos solares. Es posible que tabién haya hielo atrapado en algunos sitios de latitudes altas, bajo la superficie del planeta (permafrost), como en las tundras de Canadá y Siberia,
El periodo de
rotación de Marte es 24 horas, 37 minutos y 23 segundos, ¡así de parecido al de
la Tierra!, por lo que “un día” (desde el orto hasta el ocaso) en cada planeta
es casi igual. A propósito, el tiempo entre un mediodía solar local en Marte y
el siguiente, se acostumbra a denominar “sol”. Desde luego, como en la Tierra,
este número de horas depende de la latitud y de la estación del año. El sol alcanza la altura más alta sobre el horionte al mmediodía, pero no cenital. Esto solo puede ocurrir en la zona intertropisl, como en la Tierra y en una fecha determminada, como sucede en Costa Rica el 15 de abril y el 28 de agosto.
En la
órbita marciana hay perihelio y afelio, solsticios y equinoccios, con fechas
más o menos fijas.
Nuestro viaje
desde la Tierra al cuarto planeta del Sistema Solar se planeó y ejecutó casi
hasta el último detalle, para que tarde unos 6 meses (de ida) y regresar inmediatamente,
sin posarse en el planeta. Uno de los motivos es que aún no se cuenta con un
sistema eficiente y sin error para aterrizar en Marte y, desde luego, para
despegar desde su superficie.
Los poderosos retrocohetes para lograr un aterrizaje vertical seguro para la
nave y los tripulantes, en la rala atmposfera y con una carga muy pesada,
continúa en su fase de investigación, diseño, construcción y pruebas. El otro
motivo tiene que ver con el combustible químico de los cohetes que aún se sigue
usando, Esto limita la carga útil de la nave y el número de astronautas
transportados.
Cuando la Calíope llegó a Marte fue colocada en una órbita elíptica de perihelio muy bajo, controlada por la computadora de la nave, casi podríamos decir que en piloto automático. Luego pasamos a una órbita rasante, para sobrevolar el Valle del Mariner, casi como lo hace un avión planeador, y a una altitud y velocidad apropiada, se desacopló un módulo con los cuatro colonos y otro con el equipo. Estos descendieron en el punto exacto previsto, de la superficie marciana sin problemas, ayudados por paracaídas, a solo 175 metros de la base Mars 1,
A continuación,
cambiamos a una órbita circular más elevada, aumentado la velocidad y el ángulo
de ataque, para realizar dos sobrevuelos de 85 minutos cada uno, que
aprovechamos para la toma y recopilación de datos, fotografías y videos.
Seguiría una órbita elíptica de gran excentricidad que nos enrumbaría de
regreso a la Tierra, pero fue justamente aquí donde iniciaron los problemas. Algo
pasó que no se ha tenido tiempo para evaluar, quizás una falla en el piloto
automático que la computadora no pudo advertir ni corregir y nos puso en la
situación de emergencia que estamos viviendo.
Veinte segundos
después sobrevino una parada casi en seco, posiblemente contra lo más denso de
la duna. Las luces de Calíope parpadean, luego se apagan por dos minutos que
parecieron horas, todo es silencio y oscuridad. Finalmente las luces de
emergencia se encienden, los dos astronautas, aún sujetos a sus asientos y con
su traje de astronauta puesto, dirigen la mirada a los paneles de control
de vuelo. Afortunadamente los instrumentos indican que el sello está intacto y
el nivel de oxígeno apropiado.
Mlah y Wolff aún aturdidos por el fuerte impacto, tratan de quitarse de encima
algunos cables e instrumentos de navegación que cayeron sobre ellos desde los
paneles superiores de la cabina de mando de Calíope, y revisan cuidadosamente el
estado de sus trajes de astronauta, especialmente los manómetros, las válvulas de
oxígeno y los intercomunicadores.
Somos los únicos sobrevivientes del primer accidente astronáutico en Marte. En medio del caos pienso que fue causado por el imprevisto bombardeo de la recién establecida lluvia de meteoros Leónidas II, que ocurrió hace 2 soles, el que dañó los sistemas externos de navegación y la computadora no pudo advertirnos a tiempo.
Sin embargo, como ya habíamos desacoplado los dos módulos (colonos y equipo) hace más de tres horas, de seguro los cuatro nuevos marcianos no fueron afectado y ya deben estar dentro de la seguridad que ofrece la Mars 1. La base se fue construyendo por ocho colonos que llegaron al planeta rojo de la misma manera, al igual que el equipo, durante los últimos dos años. Ahora les toca a Mlah y a Wolff sobrevivir de alguna manera y llegar a ella.
Wolff revisa que la señal de emergencia esté activada con la esperanza de
comunicarse con la base Mars 1 para esperar un rescate; de lo contrario
se verán forzados a caminar unas decenas de kilómetros, atravesando dunas de
arena, terreno rocoso y escalar acantilados. Pasa una hora y no hay ninguna
señal de radio, deciden entonces salvarse por su propio esfuerzo.
Mientras recogen sus escasos tesoros de sobrevivencia, los dos oficiales miran
a través de una ventanilla del módulo de comando, se ve el Sol ocultándose tras
una delgada capa de atmósfera de un curioso tinte rosado, casi inmediatamente
el cielo se oscurece y se pueden ver las estrellas; Júpiter y Saturno lucen
brillantes y bellos.
El sistema de navegación, funcionando de manera precaria les indica que han
caído en el extremo occidental del Laberinto de la noche, 4 grados Sur,
253 grados Este. Están a solo 8 kilómetros noroeste de la Mars 1.
Esta es una
región que contiene un sistema de laberintos con valles profundos, de paredes
empinadas. Los valles y cañones se formaron por fallas producidas por actividad
volcánica antigua. En algunos lugares los suelos del valle son más ásperos,
perturbados por deslizamientos de arena y piedras, y hay sitios donde el suelo
parece haberse hundido formando profundos agujeros, quizás como pequeños
cenotes parecidos a los de Yucatán, pero formados mediante un proceso
totalmente diferente, hace millones de años que no hay agua fluyendo en este
planeta.
Marte está en un punto de su órbita que podemos llamar su equinoccio de
primavera, por lo que la temperatura en esta región cercana al
ecuador no es demasiado baja. Les espera, sin embargo, una fría noche marciana
de unos 30 grados bajo cero, por eso deciden quedarse dentro de su maltrecha
pero aún sellada astronave, para protegerse del frío, comer algo, dormir un
poco, recuperar energía, restablecer su estado de ánimo y esperar el amanecer. Para cumplir con la etapa más importante de su viaje, la de vida o muerte, en
una sola jornada.
Está clareando, los dos astronautas salen de la cabina de Calíope con sólo dos
pequeños tanques adicionales de oxígeno comprimido, y uno con agua,
incorporados a sus trajes presurizados. La presión atmosférica en Marte es una centésima del valor en la superficie
terrestre, sin sus trajes todos los fluidos corporales entrarían en ebullición
y morirían en menos de un minuto.
En sus manos
llevan un radiolocalizador digital de onda corta que despliega un mapa de la
superficie marciana, incluyendo su posición actualizada y su destino, la base Mars
1. A unos metros de la chatarra de Calíope recogen un trozo
medio chamuscado de seda del paracaídas del módulo de descenso de carga, el
cual se desprendió durante el accidente.
Conozco la
geología marciana, dice Wolff, pero solo en teoría, nunca he pisado el suelo de
este planeta. Es mi primer viaje espacial y en realidad soy tan novato como
cualquiera.
La comandante Mlah ha realizado tres viajes a Marte, todos con éxito
total, jamás ha estado perdida, pero es solamente una piloto, una astronauta de
cabina, solo ha realizado caminatas en el simulador del centro de entrenamiento,
nunca en el espacio, ni mucho menos en el arenoso, desértico e inhospitalario
suelo marciano.
Pasa una hora y no
hay ninguna señal de radio.
Nos salvaremos por nuestro propio esfuerzo, le dice Mlah a Wolff.
Dos horas de caminata y parece que regresan al mismo punto, el mapa del
radiolocalizador no es muy específico en cuanto a los finos detalles del
terreno.
-Vas a tener que usar todos tus conocimientos de geología para poder llegar a tiempo a la base, antes de que llegue la noche. Vamos tú puedes se dicen uno al otro-.
Los cañones y encrucijadas del Laberinto de la Noche son a nivel
planetario, cientos de veces más complejos y extensos que los del
laberinto construido por Dédalo en Creta, para encerrar al Minotauro.
Sus pasadizos son más bien como un conjunto de cintas de Moebius
interconectadas, de las que no se puede escapar, porque nunca se acaban. Sus
cañones son tortuosos y traicioneros, algunos imposibles de escalar. Hay altas
paredes de roca lisa que los mejores alpinistas de la Tierra jamás imaginarían
y también suaves planos inclinados que son una tentación por su poca
altura, y desde su base parecería que se puede alcanzar el borde con facilidad,
pero están formados de finísima arena en polvo, casi como café molido, donde un
paso hacia arriba va complementado por dos pasos hacia abajo.
Deciden reiniciar por un cañón que parece distinto y prometedor, pero luego de
unos pasos observan que comienzan a salir formas fantasmagóricas de una
transparente bruma, sublimada de la escarcha de dióxido de carbono del suelo, por los primeros rayos
del naciente Sol. Piensan que la única manera de permanecer juntos es amarrarse
con un girón de la tela del paracaídas y así lo hacen; a veces Wolff va
adelante y otras veces lidera el viaje su compañera. El resto de la tela lo
utilizan para protegerse del viento y la arena durante los pocos y breves
momentos en que descansan.
El blindado Volcán Pavonis de 14 km de altura, con su cumbre
parcialmente cubierta de hielo, sobresale majestuoso por encima del laberinto. A ratos la bruma se arrala y lo ven tan cerca, pero como una meta lejana, casi
imposible, no obstante están decididos a llegar a sus faldas. Viajan en la
dirección correcta, así lo confirma el mapa digital del radiolocalizador,
podrían estar a solo 4 horas de su destino final, pero deben escalar la
pared del cañón por el que caminan, evitar las hendiduras de algunas
fallas, los traicioneros terrenos donde ocurren avalanchas de pequeñas rocas y
sobre todo no caer en los profundos agujeros que han causado los tres volcanes
de la Meseta de Tarsis. Si logran la escalada y salir del cañón, estarán
en terreno relativamente plano y con la base Mars 1 a vista de pájaro.
Tres horas más tarde están a punto de alcanzar la cima de uno de los
traicioneros cañones del Laberinto de la Noche que decidieron
escalar. Están cansados, hambrientos y con mucha sed, pero lo que más les
preocupa es el estado de sus trajes, rasgados por el roce con el terreno rocoso
del cañón, también por el bajo nivel de la reserva de oxígeno.
Mlah alcanza el
borde de la planicie con su mano izquierda, se impulsa un poco con sus piernas
y sube su cuerpo con un último brinco, se incorpora, mira al frente y ve
las pálidas luces de la Mars 1, envueltas en la polvareda de una típica
tormenta de la primavera marciana. Se inclina hacia el abismo y extiende su
mano derecha a Wolff, que parece estar más agotado, pero sonríe satisfecho por
haber concluido la escalada.
Ahora todo parece
ser terreno plano y a nivel, calculan que si aligeran el paso pueden estar
dentro de la seguridad de la estación en menos de 15 minutos.
La tormenta
oscurece el paisaje, no tienen una linterna de mano y el radiolocalizador
funciona a intervalos, la radio solo recibe señales, no pueden enviar ningún
mensaje avisando sobre su posición. Por la radio escuchan la actividad y
preparativos en la base, para salir al rescate dentro de cinco horas, cuando
haya pasado la tormenta. Posiblemente la telemetría de la Calíope siguió transmitiendo
y los 12 colonos de la base tuvieron conocimiento, del accidente. Saben exactamente
donde cayó la nave y según el protocolo, tres de ellos van a salir a explorar y
rescatarlos. Pero los dos perdidos astronautas no pueden decirles que ya no
están allí; que
están a solo 800 metros.
No queda otra, hay que llegar por nuestro propio esfuerzo y pronto, de lo
contrario, cuando se termine el oxígeno, o los trajes ya no resistan, o la baja
temperatura nos congele, pasaremos a ser dos cadáveres en la desértica llanura
volcánica del Pavonis, envueltos en un sofisticado ataúd de última
tecnología.
Entonces caminan, casi corriendo, con la vista fija en dirección
donde se desvanece como un fantasma la Mars 1.
Wolff que va dos pasos atrás, está muy cansado, casi no ve nada, en realidad
está siendo halado por Mlah, tropieza contra su propio pie y en la caída
arrastra a Mlah que instintivamente se había vuelto hacia atrás.
Los dos abrazados ruedan por una suave pendiente, que parece llevarlos de
vuelta a uno de los cañones superficiales del Laberinto de la
Noche, luego sigue un ensortijado tobogán de muchas vueltas. Es un
conducto cilíndrico de lisas paredes de roca, quizás un antiguo tubo de lava
ahora seco.
¿Habrá sido pulido, habilitado y usado como un viaducto, hace muchos años, por
algún tipo de seres inteligentes, tecnológicamente avanzados?
¿Para traer agua del casquete polar cercano al ecuador, como pensó Percival Lowell?
Parece que recorren veinte, setentas, doscientos metros, deslizándose por esa
montaña rusa. El traje de Wolff comienza a ceder por varios puntos incluyendo el
casco. Si se pudiera, se escucharían un sonido como aleteo de zancudo cerca de
las orejas, son finos chorritos de oxígeno escapándose de su vestimenta. La
muerte parece estar segura.
Cuando termina el tobogán, sienten que son lanzados a un verdadero “vacío”. Dos
segundos en caída libre describiendo una parábola, como la que simula su profesor
de física, impulsando una canica para que caiga por el borde de una mesa.
Luego un golpe seco, pero no mortal, contra una especie de escotilla. Es una
trampa mecánica que automáticamente se abrió y cerró, permitiéndoles acceso a
una nueva etapa de caída libre durante un segundos y al puro final, algo
parecido a caer desde un tercer piso, sobre un depósito de algodón recién
pizcado.
Mlah y Wolff piensan que están muertos, o en una especie de limbo
consciente y extraño. Mlah intenta levantarse pero no puede, tiene
algunos huesos y músculos muy lastimados. Se da cuenta que su casco está
quebrado,
¡Pero puede respirar!
Mira y escucha a Wolff tratando de decirle algo.
Está de pie junto a ella, se ha quitado lo que queda de su casco y la saluda
con una sonrisa y una mirada que lo dice todo.
No saben dónde están, ni realmente qué ha sucedido en los últimos minutos, pero
deducen que cayeron en un recinto artificial sellado, una combinación de magia
y realidad, con aire, presión, temperatura y condiciones de luz, similar
a algunas cavernas superficiales en la Tierra.
Creen que de momento se han salvado, quizás gracias a una construcción
subterránea hecha por antiguos arquitectos-exploradores marcianos, y que aún
sigue en buen estado.
Quizás sí dejaron
de existir físicamente, y sólo sean sus espíritus quienes viven la experiencia.
No lo sabremos.
¿Usted amigo lector, qué cree que ha sucedido?
En realidad a Mlah y Wolff no les importa, porque no pueden
distinguir una situación de la otra.
Y es que nada escapa al Laberinto de la Noche.
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