Basado en la obra homónima de Marie Lissette Alvarado. (EDiNEXO, 2025, ISBN: 978-9968-557-97-9). Quien a su vez se inspiró en el cuento; Historias de Tata Mundo. Fabián Dobles.
Maura Rodríguez tiene 65 años. Hija de padres ricachones, la casaron “bien”, tuvo cinco hijos. Ahora está viuda y es la dueña de una finca que produce de todo.
[Maura casi
nunca estaba sola en casa,
así que cuando Chindo la saludaba o se despedía l
e
trataba de “ña Maura”.
Cada vez que lleva el mandado,
se echaba una pachita de
aguardiente
en la bolsa trasera del pantalón,
si había oportunidad la sacaría
para brindar juntos.
Y esa otra oportunidad por fin se presentó].
Narrador:
En una fresca tarde soleada, llegó Chindo en su carreta, con todo lo que se
había pedido, lo dejó en la cocina sobre la mesa.
Maura le atendió amablemente. En la casa reinaba el silencio, solo el canto de
las aves en el exterior interrumpía el momento. Inmediatamente Chindo, con
mucha diplomacia preguntó a la anfitriona.
[Maura sin
pensarlo, simplemente sirvió un vaso
de limonada de una enorme jarra de barro
pulido
y se lo ofreció a Chindo como si supiera de antemano
que tenía sed y
contestó de manera
despreocupada mientras buscaba en su enorme delantal
el
monedero para pagarle como de costumbre].
[Sin mirar
a Chindo, Maura se concentró en revisar
todo lo que había encargado,
husmeaba
de un lado para el otro entre las cosas,
y con meticulosa memoria,
fue
revisando si faltaba algo;
mientras Chindo seguía con el vaso en la mano,
pues
no tenía intenciones de beber limonada,
pero se mantenía en silencio mirándola
fijamente.
De pronto
Maura se detuvo con la mirada fija aún en los víveres, frunció el ceño y de
inmediato le preguntó].
Me falta una lata pequeña de manteca y cinco tapas de dulce.
¡O no revisaste bien la lista que tempranito te mandé, o ya estás olvidando las cosas!
[Por supuesto que en la carreta estaba lo restante del pedido,
pero Chindo lo había sacado
a propósito por una buena razón,
traía además una
buena pachita
de su mejor aguardiente. Con despreocupada tranquilidad le respondió].
y se quedaron en la carreta.
Dame un chancecito y voy a revisar, regreso en seguida.
[Caminó
hacia la carreta, recogió el resto
de las cosas y se echó
en la bolsa trasera
del pantalón el aguardiente.
Tenía que aprovechar esta única oportunidad
y
jugarse el todo por el todo y regresó a la casa].
Maura
ya tenía en la mano el dinero para pagarle.
Chindo puso las cosas que faltaban
sobre la mesa y antes de recibir el dinero
le propuso tímidamente].
[Maura se le quedó viendo por unos instantes
con desconfianza y fue
por los vasos].
Sabés que estamos solos y que en cualquier momento llega gente;
no quiero que alguno de la familia
se ponga a pensar tonteras si nos ven muy solitos en la cocina.
para que me dés tu opinión… eso es todo.
[Ni lerdo
ni perezoso Chindo llenó los dos vasitos
y le dio uno a la viuda].
[Maura
primero lo pasó frente a su nariz
y aspiró profundamente].
Qué va a decir la familia cuando me huelan a guaro.
[Maura lo
probó, y lamió sus labios,
como muestra de aprobación guiñó un ojo].
Sabía que a Maura le gustaba
con cierto recato tomarse sus traguitos
y por ahí ejecutaría su plan.
sacó una silla y se sentó junto a él.
Comenzaron a servirse vasito tras vasito
y a conversar de todo lo bueno y todo lo malo
a lo largo de sus vidas.
Chindo recordó la historia del famoso sapo, a
mbos soltaron la carcajada
y sin darse cuenta sus cabezas se juntaron
apoyándose una contra la otra,
estando sus rostros a milímetros de distancia,
sus ojos estaban cerrados, pero al abrirlos,
se miraron fijamente, de pronto dejaron de reír.
sujetó con suavidad los hombros de Maura
y la besó con dulzura,
ella se intentó levantar como si tuviera un resorte en los pies,
pero Chindo la continuó sujetando con firmeza,
sin hacerle daño.
Maura no opuso resistencia y se dejó llevar por la situación.
El beso fue largo, pero al separarse,
Maura se levantó tambaleándose, se sujetó del filo de la mesa y apoyando su otra mano contra la cabeza habló agitada].
[Chindo
también se pone de pie y se le acerca para calmarla,
pero ella guarda una leve
distancia].
Vos sos viuda, y yo nunca me casé…esperándote.
Sabés muy bien que desde muy joven me casé y que me he dedicado ante los ojos de tatica Dios por entero a mis obligaciones.
¿Qué estabas esperando entonces?
[Chindo
con lágrimas en los ojos se acerca lentamente
y la toma de las manos].
he estado enamorado de vos.
No pasa un solo día sin que piense en ti.
¿Cómo es posible que pudiendo tener a la mujer que quisieras en este pueblo y más allá, te quedaras enfrascado en un asunto sin salida?
Sos un hombre de negocios, muy inteligente.
¡Y es que simplemente no puede ser!
Y no me pidás explicaciones, porque ni yo me las puedo dar.
Así me encadenó la vida a mi destino, qué le voy a hacer.
Y tampoco te lo quiero seguir ocultando, mi corazón ya no está para aguantar tanto sufrimiento y callarme por más tiempo.
- Si querés me voy del
pueblo y no te molesto más, pero te juro por Diosito que me escucha que no te
puedo dejar de querer.
- Además, los años te han
caído muy bien, y aunque tengás nietos, seguís estando muy hermosa, como eterna
quinceañera.
[Maura
no sabía qué hacer
pues desde siempre sintió lo mismo por Chindo,
pero diversas razones le impidieron
tan siquiera dejar al
descubierto el más leve indicio de esos sentimientos].
Cada vez que tenía que pagarte por los mandados, me mirabas como ternero desvalido.
Por ello empecé a acariciarte el rostro cada vez que me despedía.
El día que me brincó el sapo, sabía que no lo habías hecho con mala intención, sino que me considerabas muy especial en tu vida para querer enseñármelo.
Reaccioné de esa forma porque sabía que era imposible que un chiquillo fuera a ser mi prometido, que no podías ofrecerme nada, simplemente eras un niño. Imagínate lo ridículos que nos habríamos visto, habríamos sido el hazmerreír del pueblo, y mis papás me habrían encerrado en un manicomio con toda seguridad.
Y ya con familia, cada vez que llegaba a tu almacén para hacer compras, exclusivamente me atendías, tu mirada siempre te delató, aunque debo de reconocer que eres todo un caballero y te gustaba discutir conmigo los precios, para al final ceder.
[Chindo
la sigue mirando con lágrimas en sus ojos
y asiente con la cabeza dándole la
razón;
pero sin soltar sus manos].
Entonces… ¿qué decidís... ¡¿Me quedo o me voy?!
[Maura volvió a sonreír].
[Jacinto le da un beso como sello de su declaración de amor. De pronto, Maura se exaltó y pone sus manos sobre su boca].
En parte por ello es por lo que no hay nadie hoy en casa, porque los tengo corriendo para tener todo listo.
Incluso hoy quería comentarte sobre la chicha para mi velorio, y esta probadita de aguardiente me pareció apropiada para decidir si por una u otra bebida, o mita y mita.
A quién se le ocurre decir que se quiere morir, así porque sí... decide la fecha y hasta la hora. Para colmo de males también organiza su velorio…
¿solo a vos se te ocurren esas cosas?
La familia ya creció, … cada uno tiene que atender lo suyo y allá en cada muerte de obispo se acuerdan de mí.
Y cómo te dije, ni por la mente me pasaba que entre tú y yo podría ocurrir…. Bueno… Lo que ha ocurrido.
La familia no puede saber esto, y ya eché a andar mi funeral. ¿Qué hacemos?-
[Chindo camina por la cocina de un lado para el otro
rascándose
a veces la barbilla,
a veces la cabeza, sin quitar la vista del piso.
De
pronto, se gira hacia Maura,
se acerca hacia la mesa para apoyar ambas manos
y
con serenidad le propone un plan].
Vas a continuar con lo que le dijiste a tu familia,
que lleguen y organicen las cosas de acuerdo a tu voluntad.
Que el pueblo también se dé cuenta para que sea más real. Hablá con el cura para que venga hasta la casa para que te confiese, absuelva de tus pecados y te de los santos óleos.
No le vas a confesar nuestros planes, me oís porque entonces echarías todo a perder.
Yo te voy a traer la chicha y la pólvora, seguirás con tus planes hasta el final.
Eso sí, no me pidás que me quede en el velorio porque eso no lo soportaría, y con suerte al que tienen que enterrar es a mí.
Yo estaré en ese momento supervisando y manejando la pólvora, porque para mí, las bombetas no estarán anunciando tu funeral, sino todo lo contrario,
en mi corazón anunciarán que te amo y que estoy muy feliz por nuestra nueva vida.
Eso sí… cuidadito con morirse de verdá.
Solo hacés la pantomima…
pa’ luego celebrar con una buena fiesta todos los años que nos quedan.
a tan controversial problema,
que se vuelven a abrazar y a besar.
Pero esta vez Maura besa y abraza a Chindo con furor,
como si el resto del mundo no existiera].
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