lunes, 30 de diciembre de 2024

YINYIN el ratoncito héroe (para teatro)

Basado en el cuento “El sueño de Tiang-Tsú”,
por Marie Lissette Alvarado.
Publicado en El escorpión de jade y otros Cuentos.
EDiNexo, 2016, páginas 61 a 68.

Personajes: Dioses, El Sol.la Luna y dos más vestidos al estilo de la mitología griega; CHIANG-TSÚ,un esbelto joven de 21 años; Nabiko; YinYin y su padre; riachuelo; siervo, lobo, águila; con disfraces, o con una máscara alusiva.

NARRADOR:La historia se desarrolla en el lejano Oriente, hace tanto tiempo que es imposible precisar el momento en que ocurrió. Solo sabemos que fue en un pequeño valle rodeado por hermosas montañas y cristalinos ríos, llamado Hin-Tiang.


DIOSES
Todo está muy bien en el valle “Hin-Tiang”.
Hemos hecho muy buen trabajo con la naturaleza y con los humanos.
Todo progresa en armonía y paz, nos respetan y nos aman, igual que nosotros a ellos.
CHIANG-TSÚ
[A la orilla del lago, dispuesto a nadar]
Voy a nada un poco, 
para llegar fresquito donde mi amada Nabiko.
LUNA
[Grande y brillante asomándose sobre las 
montañas que rodean el valle,
pero con aspecto desafiante]
Joven, ¿ Como te llamas?,
ven acá un momento, te voy a ordenar una cosa.
CHIANG-TSÚ
¿Qué quieres, o Luna, diosa de la noche?
LUNA
Quiero que seas mi amante y mi esclavo, ahora sólo cumplirás todos mis deseos.
CHIANG-TSÚ
Eso no lo haré, amo a la princesa Nabiko, mi prometida,
que me espera en la aldea.
Debo apresurarme. No puedo llegar tarde.

LUNA
[Imponente, soberbia,enfurecida y con voz muy grave,
sonido de truenos y relámpagos]

Pues entonces maldigo el valle,
nadie podrá salir nunca de él,
se convertirán en figuras de piedra.
Nabiko será un espantoso monstruo acuático.
Nunca podrá salir del lago, sólo asomará su triste cabeza. 
Y tú insolente Chiang-Tsú, serás un dragón volador que saldrá todas las tardes de las entrañas de la montaña, sólo mientras el sol se oculta, te podrás acercar al lago pero nunca llegarás a unirte con Nabiko.

NARRADOR: Pasaron días, meses y años. En las afueras de las montañas malditas la vida transcurría normalmente y todos, animales y personas conocían la historia. Pero un día un insignificante y joven roedor llamado Yinyin se convertiría en el héroe de esta historia.

PADRE DE YINYIN
 [Con disfraz de ratón y dirigiéndose a Yinyin].
No has cumplido con recoger la cantidad de raíces tiernas que te encargamos.
Anda ve por el borde de las montañas malditas.
Allí encontrarás muchas. Y no regreses aunque llegue la noche.

YINYIN
[Papel para un niño pequeño, que pueda hablar con claridad]
Bueno, ya es muy tarde en la noche.
aún no he recogido suficientes raíces.
Me voy a meter en este huequito para dormir.
Mañana sigo con el trabajo.
[Apagar la luces por 10 segundos].
¡Pero ¿Qué es esto?!
Es la única y secreta entrada y salida al valle Hin-Tiang.
La he encontrado.

NARRADOR:
Yinyin memorizó el lugar del agujero y fue a su comarca para que le brindaran ayuda, pero como siempre fue menospreciado y castigado por no haber cumplido con la tarea asignada. Decepcionado, escapó hasta llegar a un riachuelo, que le preguntó qué le ocurría.

RIACHUELO
Conoces el problema y la solución.
Pero resolver el problema es muy peligroso.
Debes llegar a la cumbre más alta donde el dios Sol besa a la diosa Tierra para brindarle su aliento de vida.
Ahí hay una planta mágica que le sirve de guía
a
“Tong-Chen”, el cometa de los deseos,
cuando se dirige a visitar a su padre Sol.
Quien la muestre al cometa se le concederá cualquier deseo, pero solo quedan tres días para que esto ocurra.

YINYIN
[Monta un gran siervo blanco que se ofreció a llevarlo].
Bueno gracias me subiré a tu lomo
y me agarraré fuerte de la crin en tu cuello.
¡Vamos!

SIERVO
Voy a correr tan rápido que te parecerá que volamos.
Te llevaré a lo más alto de la montaña que yo pueda.
No importa si es de noche, o de día.

YINYIN
[El siervo está muy cansado, jadea y casi no puede caminar]

Amigo, gracias por tu esfuerzo. 
Tus gastadas pezuñas están sangrando.
Descansa aquí yo seguiré solo.

LOBO
¿A dónde vas pequeño roedor?
Sos un pequeño bocado, pero de todas maneras te voy a comer. Tengo mucha hambre y afilados dientes.

YINYIN
Un momento señor lobo.
¿Es que no sabes la historia del valle embrujado por la Luna, y como yo voy a salvarlo!
Te propongo que me lleves montaña arriba y compartiremos honores.

LOBO
Yo soy el único sobreviviente de la maldición.
Mi madre me ayudó y me salvó y ahora te voy a ayudar a ti.
He sperado este momento toda mi vida.

YINYIN
[Lobo muy agotado].
Mira amigo lobo, en primer lugar gracias por no comerme,
pero has escalado sin descanso.
Llegamos a la cúspide de la montaña y veo que ya no puedes más. Descansa, seguiré solo.
¡Haaay, Me caigo! Por tratar de agarrar la planta me resbalo y estas rocas que se desprendieron me van a llevar hasta el fondo del abismo.

LOBO
[Agarrando con sus dientes al ratón de la punta de su cola].
No tengas miedo amiguito, no te voy a comer,
sólo te voy a poner a salvo aquí d
onde está esta preciosa flor.

NARRADOR: En ese momento, se elevó desde lo profundo del valle una enorme águila, furiosa porque la roca destruyó el nido que estaba construyendo. Estaba dispuesta a matar al lobo y su ratón. A pesar de que ambos animales son enemigos naturales. YINYIN explicó las razones por las que estaban allí y lo importante que era su ayuda.

AGUILA
Está bien. Móntate aquí y te sujetas con fuerza de las plumas del cuello.
¡Pero cuidadito me vas a arrancar alguna!
Vamos, a volar en picada para agarrar velocidad y llegar a tiempo a las afueras del valle, para que le plantees la situación al dragón.

NARRADOR: Finalmente Yinyin tuvo al dragón frente a frente, le hizo entender la forma de romper el hechizo. Y Chiang-Tsú, que esperaba este desenlace se escondió entre los árboles hasta que Yinyin le dio la señal para empezar a volar hacia el firmamento.

YINYIN
[Montado en el cuello del dragón muy cerca de su boca
y con la flor en una mano
].
¡Vamos. Quieres volver a ser Chiang-Tsú
y estar con la bella Nabico.
Sube y enfréntate a Tong-Chen.
La magia de la flor es más potente que las cinco colar del cometa.

DIOS SOL
[Con voz solemne fuerte y pausada]
Ahora quitaré la maldición.
Restauro la belleza del valle y tu Luna
quedarás dándole vuelta a la Tierra, mostrándole siempre la misma cara.

NARRADOR: Chiang-Tsú y Nabico al fin pudieron tocarse y procrearon los hijos de una nueva historia.
Yinyin ya no pudo respirar, perdió el conocimiento y de inmediato murió precipitándose al vacío.
Pero para que este héroe y el resto de sus amigos nunca fueran olvidados, el padre de los dioses los convirtió en constelaciones para que generación tras generación los siguieran viendo, allí están las constelaciones Aquila (el Águila), Lupus (el Lobo), Draco (el Dragón), Cetus (el Monstruo Acuático) y Eridanus  (el Río).

[Si es posible se proyectan mapas de constelaciones].

 ¿YINYIN?

jueves, 12 de diciembre de 2024

Helados de sorbetera en “cucurucho” llegan a Naranjo el 02/08/1925 (teatro)

Personajes: Don Canuto, Vendedor callejero de helados.Luisa, niña de siete años. Argimira de 35 años, madre de Luisa.


DON CANUTO
[Con su carretilla en la que lleva una sorbetera con helados]
Helados, helados… , en “cartucho”, helados de nieve de limón. helados a “peseta”.
LUISA
[Camina con su madrefrente a la Iglesia de Naranjo]
¿Mamá que es eso, punteado como un “cucurucho” color café, como los de papel en que venden maní?


ARGUIMIRA
Son “cucuruchos” de crema de leche, como la que yo hago en casa.
Esos son como de jalea aguada de guayaba.
Pero por el color creo que son de limón.
Solo que en la casa la crema está tibia y la que lleva Canuto está algo fría.
LUISA
¿Cómo la pone helada?
ARGUIMIRA
En esa maquinilla, que le da vuelta hay un balde de hierro con la crema. Afuera en esa caja hay tucos de hielo con un poco de sal. Así la tiene fresquita. Y la vende metida en los cucuruchos.
LUISA
Pero no la sirve en una tacita y con cuchara... Pone la crema en ese “cartuchillo” color café, parece un poco duro.
ARGUIMIRA
Si es para que usted lo agarre y se lo “chupe”.

LUISA

El papá de aquel chiquillo le compró uno.
Lo está chupando con la lengua, ya casi se lo termina.
¡Mira! ¿Mamá, Me compraría uno?
Quiero probar como es y a qué sabe esa cosa fría.

ARGUIMIRA
Sí aquí tengo esta peseta. Vaya compre uno.
Anímese… usted puede. Aquí la espero. 
Solo dígale; “Véndame uno”.
¡Vaya… Si no deme esa peseta!

LUISA
[Se acerca a la carretilla de Canuto]
Deme uno de frío de limón.

DON CANUTO

[Saca un cucurucho café, parece muy duro, 
seguro se les pasaron de horno en 
la Panadería de Clemencia Arias. 
Con una cuchara lo llena lentamente 
de “helado de sorbetera"]
Si niña aquí tiene. Uno bien lleno para usted.
Una…, dos…, tres… cuatro…, cinco cucharadas, con feria.

LUISA
[Lo toma y empieza a chuparlo, 
mientras regresa donde su mamá]
Mamá,... ¡hay partecillas que saben a sal!

ARGUIMIRA
¡Si, ... pero es solo en la orillita!

DON CANUTO

[En voz alta como para que lo escuchen las dos]

Perdón, seguro toqué la sorbetera al servirlo.

LUISA
 [Seguía caminado hacia su mamá, se voltea hacia Canuto]:

¡Señor, … Ahorita le devuelvo el cuerito!

domingo, 1 de diciembre de 2024

El pisa papel del Bellavista (pata teatro)

Borrador para una obra de teatro corta.
Basada en el cuento “Sueños entre recuerdos”,
por Marie Lissete Alvarado y José Alberto Villalobos.
Publicada en “Los demonios de Occator con otros cuentos",
página 35 a 47. EDiNexo 2017.

Personajes: MARIA LUISA. madre de PEPETO Extras: chofer del bus, maestra, estudiantes de escuela y de Colegio -con uniforme-, varios adultos.

[Son las 5 de la mañana del miércoles primero de diciembre de 1948. Pepeto duerme  tranquilo en su casa, en Naranjo de Alajuela. Sumadre le da un leve empujón y lo despierta].

MARIA LUISA
Pepeto, despierta, debes levantarte, tomar un baño, vestirte y desayunar, porque a las seis nos vamos para San José.
PEPETO
Sí mamá, ya voy
[se levanta y… sale de escena].

[En la parada de las cazadoras
de Naranjo-San José, costado Este del Mercado
].

Chofer del bus
Buenos días doña Luisa, le reservé los dos campos que me dijo; el 4 y el 5 del lado derecho. Son cuatro “pesos”, salimos en cinco; a las seis. Para llegar a “Chepe” a las siete y tres cuartos, si no llueve.

MARIA LUISA
Muchas gracias, que amable.
[Paga, entra con Pepeto y se sientan, primera fila de dos asientos a la derecha].
[06:00 a 06:30]

MARIA LUISA
[Hablando con Pepeto].
Bueno, nos vamos, que Dios nos lleve con bien.
Mira la casa y “La Unidad Sanitaria”.
El cementerio.
La entrada a “San Miguel”, y la del “Hoyo”. Dicen que lo van a cambiar por “El Rosario”. Esas casitas son “El Villano”, o “Dulce Nombre”, ¡Que raro es eso!
Allá al frente, del otro lado viven tus abuelos.
Aahh, ya repararon este lado del puente del “Río Colorado”.
Aquí es “Sarchí”; Sarchí Sur, ¿O es Norte?
Bueno los dos son Sarchí, donde hacen y pintan carretas.
PEPETO
Mamá, ¿Qué pasa si tengo ganas de orinar?
Ahora no, pero más tarde.
MARIA LUISA
Tendrás que aguantar un poco hasta la parada en San José, como a las ocho.
[06:20 a 07:30]

PEPETO
¿Por qué huele a “cachazas”, o como “espumas”, “perico”, “sobado, con maní”,
¿qué rico y “tamuga de dulce”?
MARIA LUISA
Bueno, hace un ratillo pasamos Grecia.
Creo que estamos en Tacares, donde hacen azúcar.
Ves esos “chapulines” cargados de caña, la llevan al “ingenio”.
Es diferente de un “trapiche”, como el de Naranjo, en el bajo del río, antes de cruce a San Gerónimo y Cirrí.
¿Vez eso allá abajo en el río, cerca del puente? es la hidroeléctrica de "Carrillos de Alajuela".
Estamos en la parada de Alajuela.
Aquí podrías orinar si tienes ganas.
PEPETO
No, no tengo. Te digo cuando.
¿Don Beto parará la “
cazadora” si tengo de hacer del uno?
¿Y si es del d…?
MARIA LUISA 
[un poco más tarde]
¿Sentiste esos brincos?
Es que acabamos de cruzar la línea del tren.
Estamos en San Joaquín, ¿O es Río Segundo?
Ya no me acuerdo. Hace mucho que no paso por aquí.

Bueno al fin Heredia, Ya falta poco.
Aquí la cazadora no para. Si tienes ganas, mejor te aguantas.


[07:50 a 08:30,
Pepeto y su mamá se bajan de la cazadora en San José.
María Luisa lo lleva a los orinales de la parada.
Luego caminan tranquilamente, deteniéndose en cada ventana,
para ver todo lo que hay.
Están llenas de regalos del niño
].
-----agregar---

[08:55
Pepeto y su mamá que van a visitar a la familia Gámez,
en “Cuesta de Moras”,
están pasando enfrente de la entrada
 del Cuartel Bellavista.
Una señora con aspecto de directora de escuela
(o de futura ministra de educación)
sale por la puerta,
toda preocupada, mira para todo lado ].

MAESTRA
¡Aahh…, que dicha que al fin llegaron!
Creíamos que no iban a poder.
Bueno pasen, solo quedan los dos campos de ustedes.
¡Apúrenle, ya va a empezar!
MARIA LUISA

[Para sí misma y viendo que en las últimas filas hay un adulto, un niño con camisa blanca y pantalón azul,
igual como está vestido Pepeto
]
¡Nos está confundiendo con una delegación escolar de algún lado!

Vamos hijo, entremos, descansamos un poquito
y veremos qué pasa.

PEPETO
Si mamá ya estoy cansado de caminar. Estos zapatos nuevos, que me hizo tío Anibal, me están “chimando” el dedo gordo. Tengo un poco de hambre y sed y ahora si me dieron ganas del uno.

[Varios personajes alternativamente
dan cortos discursos en medio de aplausos.
Tres jóvenes de edad de colegio llevan un mazo
al señor que parece principal,
este lo toma y golpea una pared del cuartel,
que se rompe en unos 20 pedazos pequeños.
Aplausos, un último discurso de 2 minutos
y los señores principales se retiran
].

PEPETO
[Que se había acercado a donde cayeron
los pedazos del muro
]
Mamá voy a coger ese pedacito pequeño,
el de tres colores y parece un cuarto de naranja.
Se lo voy a llevar a mi abuelo para que maje papeles. ¡Hummm...¡Pesa como “
media libra”!

[los otros chiquillos y muchachos
hacen lo mismo y en el piso
solo quedó un poco de polvo
].

MAESTRA
Vengan tomen un refresco y “tosteles”, ustedes y sus maestros.
Hay “cuñas”, “borrachos”, “ilustrados”, “arrollados”, “gatos”, “quesadillas”, “polvorones”, “suspiros”, “bizcotelas”, “cachos con jalea de guayaba”.
Lo que quieran, eso sí solo uno para cada uno.
Están contados.
MARIA LUISA

[Luego de haber comido y bebido, dos veces, lo mismo que pepeto]
Vámonos ya Pepeto, antes de que pasen lista
y se den cuenta de que no somos los que somos.

PEPETO
Bueno mamá. Aquí llevo la piedra de recuerdo apara abuelo “Lolo”.
Así maja sus papeles para que salgan volando.
MARIA LUISA
[Ya afuera del cuartel]
Bueno, no sé lo que pasó aquí, ni por qué.
Pero te digo, Pepeto, estuvimos en ese lugar,
en el buen momento y no éramos invitados.

Estuvo bueno, ¿No…? Y lo vamos a recordar siempre.
Ahora vamos a almorzar donde don Lalo.
Ese montón de cosillas, me dieron más hambre.
Me gustaría “¡un gallo de pollo!

Y a las tres en la estación del “Paso de la Vaca” para coger la cazadora de Naranjo.


Sueños entre Recuerdos. Lo que pasó el 01/12/1948.

Sueños entre recuerdos. Lo que me pasó el 01/12/1948.

Publicado en el libro de cuentos “Los demonios de Occator”
MLA y JAV, ediNEXO, agosto 2017. Páginas 35 a 47.

Nací el día ocho de abril de 1943, mi madre María Luisa y mi padre Lisandro.
Mis primeros años los viví en mi pueblo Naranjo de Alajuela, en casa de mis abuelos (Dolores y Argimida), en la barriada conocida como Pueblo Nuevo, no sé el porqué del nombre, porque recuerdo que todas las casas eran viejas. Esta queda a la entrada de Naranjo, donde justamente llega la carretera que viene de Sarchí. Por allí pasaban todos los carros que iban y venían a San Carlos, Puntarenas, Guanacaste y era parte obligatoria de la única vía de frontera a frontera del país.

A finales de 1947, mis seis tíos (Hernán, Elena, Deifilia, Lydilia, Danilo y Francisco) aún solteros, también vivían en esa casa, junto conmigo, mamá, abuelo y abuela, contigua a La Unidad Sanitaria, el único centro de salud del pueblo y frente a la pulpería de don Nino Serrano, quien tenía atrás su casa.

Mi abuelo de nombre José Dolores, aunque nunca supe que le doliera algo, tenía un lote de menos de “un solar”, el resto de la cuadra, o más bien del triángulo rectángulo, donde está el edificio de “La Unidad”. Estaba cercado con árboles de jocote y guayaba intercalados, con un seto de olivo, pero no del que produce el aceite. En ese lote había unas 20 matas de café, un palo de mango, dos de naranja y uno de limón criollo, más las infaltables macollas de banano, plátano y guineo junto con la chayotera y ocasionalmente una mata de tacacos de los que casi no tienen estopa. Por esa época esas plantas aportaban gran parte de la alimentación de nosotrso; los pobres.


Hacia Sarchí y al otro lado de mi casa, estaba la de
Genaro Mora y a continuación su pulpería, donde recuerdo haber ido a comprar “con libreta”, posiblemente lo básico: pan, arroz, frijoles, tapa de dulce, café y manteca de chancho. Espero que no le hayamos dejado “amarrado algún perrito”.
Siguiendo unos quinientos metros hacia Sarchí, poco antes del cementerio y del lado izquierdo, estaba la casa y finca de José Corrales, que se extendía hasta el río Colorado. Tenía café, bananos, palos de guaba, “pozas” para aprender a nadar y, desde luego “barbudos” que pescábamos con lombriz en un azuelo.  

Donde Nino comprábamos lo de diario, yo recuerdo bananos pecositos grandes y pequeños, de a cinco y a de diez, que él maduraba en su casa. También melcochas de coco “la estrella”, algunas con una etiquetita de “premio una melcocha”, confites duros y redondos de limón, las “manzanitas” amarillas y redondas de color amarillo, del tamaño de bolas de vidrio y otras golosinas.

El pan venía a esas dos pulperías de la panadería de Ernesto Ugalde, en el centro de Naranjo, pero los tosteles de la pastelería de Clemenciano Arias, que estaba a 100 m de mi casa. Hacían cachos rellenos con jalea de guayaba, gatos, cuñas, borrachos, ilustrados, bizcotelas, budín y una gran variedad de panes dulces. A veces nos regalaban algún tostel a los chiquillos del barrio.

Detrás de mi casa y hacia el norte, comenzaba el camino de tierra hacia San Jerónimo y Cirrí. Como a un kilómetro estaba el trapiche, donde llevábamos maní y ¨queso bagaces"  molido para que nos hiciera ¨sobado" y nos dieran ¨espumas¨ y ¨cahazas¨. todo esto creo de gratis.
También por ahí estaba la planta hidroeléctrica de Enrique Vega, que proporcionaba “la luz”, para una parte del pueblo, también la poza que llamábamos “el remolino”. 
La empresa hidroeléctrica de Juan Mercedes Matamoros proveía la corriente eléctrica al otro 50 % del pueblo. No habían “medidores” y no tengo idea de cómo calculaban el recibo.

Del otro lado de mi casa, hacia el Este, seguía un camino lastreado que conducía al “rastro” o matadero municipal de Naranjo. Pero antes, a la izquierda se extendía una bonita vecindad, con calles y casas de piso de tierra, pero con gente muy amable, limpia y trabajadora, que llamábamos “cuita blanca”, ¿sería por lo que dejaban los zopilotes del rastro? Allí vivían algunos chiquillos compañeros de escuela y de juegos.

Quizás por conversaciones con mi abuelo, años después, tengo un pequeñísimo recuerdo de la elección de don Otilio y la anulación de esta, en los meses de febrero y marzo de 1948. Desde luego para mí, fueron simples eventos que me contaron. ¿Qué va a tener idea un niño de cinco años, que aún no sabe nada de política, ni sobre el significado y trascendencia de tales cosas?
Pero si recuerdo que en los meses siguientes mis tres tíos varones, de unos veinticinco años, tuvieron que irse de la casa. Alguien dijo (quizás no sea cierto) que, “porque la familia era simpatizante del grupo al que le anularon la elección y que la policía y el ejército buscaban hombres, para que colaboraran, o simplemente para tenerlos vigilados”. Luego me contaron que habían estado trabajando en la zona alta de Naranjo, en “El Chayote”, una región de bosques de roble y de pequeños agricultores al noreste de mi pueblo, donde vivían unos amigos.

Luego sobrevino la revolución o la guerra. A mi corta edad, cuando se está empezando a manejar el idioma, una buena cantidad de las palabras significaban lo mismo.
Los hechos leves o graves, las batallas importantes, los triunfos y las derrotas, que ocurrieron durante la revolución del cuarenta y ocho, no fueron de mucha importancia en Naranjo, ni afectaron grandemente la vida normal de mi familia, al menos eso creo ahora. Las noticias sobre esos eventos se escuchaban en un pequeño radio “Fada”, que había en la casa y también por lo que contaban los vecinos.
Pero sí recuerdo que, durante unas dos semanas, seguro en la fase crítica o al final, abandonamos nuestra casa y nos fuimos unos 500 m en dirección del matadero. Mis abuelos algo mayores lo hicieron de manera permanente, mientras que mi mamá, mis tías y yo durante una buena parte del día, pero especialmente en la noche, quizás por temor y para sentirnos más seguros.

Teníamos temor que el ejército oficial viniera a registrar la casa, buscando responsables por lo sucedido en el puente sobre el río Colorado, que comunica Naranjo con Sarchí.  El extremo naranjeño del puente, había sido dinamitado, por simpatizantes de la revolución, para impedir la fácil movilización del ejército del gobierno y por ahí se decía que mi papá estaba entre los involucrados en ese hecho.
Lisandro Corrales, 1949.

Un niño de cinco años no distingue bien entre una policía bien armada y los militantes de un ejército semiprofesional, como el que decían que teníamos en Costa Rica en esa época. Por eso pasamos esas diez noches de 1948, cuando la oscuridad puede ser cómplice de una fatalidad, bien abajo, más allá del rastro. 
Bueno, del centro de Naranjo, excepto hacia San Juanillo, hacia cualquier otro lado es “para abajo”. Algunos amigos que vivían por allí, las familias de Pepe Arroyo y de Hugo Chacón, que eran muy conocidas de mi abuelo y a las cuales mamá y mis tías les hacían costuras, nos dieron comida y nos dejaron dormir en sus casas. 

Allí también había chiquillos de mi edad y pasábamos el día jugando bola, con carritos de latas de sardinas, brincando la suiza, jugando ¨quedó¨ y “escondido”.
En las noches, mientras llegaba la hora de dormir y alumbrados con candela, o con la luz de una “canfinera”, los mayores de las dos familias relataban cosas, sobre lo que estaba sucediendo, más los infaltables cuentos de sustos o espantos, como la segua, el cadejo, la carreta sin bueyes, etc. Supongo que como en toda reunión de ese tipo, algunos cuentos fueron inventados y otros exagerados.

De esa época de mi vida, tengo quizás los primeros sueños que recuerdo, algunos como auténticas pesadillas, pues se repitieron por varios meses, aún después de que regresamos a nuestra casa y un poco más, hasta que los hechos de la revolución comenzaron a olvidárseme. Les contaré tres de ellos, que con algún esfuerzo he tratado de recordar.

- El más recurrente era aquel en que yo me imaginaba de unos diecisiete años, viviendo en un país que no logro precisar, pero que no era Costa Rica. Allí, los gobernantes, usando el ejército como su brazo fuerte nos obligaba a unirnos a éste, dándonos instrucción militar y obligándonos a participar con los militares, para realizar arrestos de personas inocentes, que simplemente pensaban diferente, también a vigilarlos, denunciarlos, detenerlos, interrogarlos, juzgarlos y servir como guardianes en colmadas cárceles con trato inhumano. Al final del sueño siempre me despertaba sobresaltado, empapado en sudor y sin poder aclararme por algunos minutos si había vivido una realidad o una horrible pesadilla.

-Otro que también me atemorizaba estaba relacionado con el anterior, porque con mi tía Elena, casi todos los días venía a nuestra casa como a las seis de la mañana, para revisar si había cambiado algo, para darle agua y maíz a las gallinas y seguro para recoger algunas cosas. Entrábamos arrastrándonos por la parte trasera del cerco y nos metíamos a la casa quitando unas tablas sueltas de la pared del corredor donde se guardaba la leña para la cocina, que tenía piso de tierra.
En mi sueño, que más o menos siempre era el mismo, estaba con mi tía dentro de la casa, cuando unos diez soldados del ejército rompían la puerta, nos amenazaban y tiraban al suelo, mientras registraban todo como buscando a alguien. Buscaban en las gavetas de los muebles, nos preguntaban dónde estaban las armas y las municiones y al final se llevaban la ropa y los zapatos, casi lo único de valor que teníamos y que precisamente nosotros veníamos a recoger.

- El último sueño que aún recuerdo, aunque quizás posteriormente modificado durante mis años de escuela tiene que ver con asuntos menos personales, más bien con lo que pasaba en todo ese país. Me imaginaba de más edad, digamos unos veinte años, sin trabajo y sin haber podido estudiar, más allá de la primaria. El país empobrecido, o eso decían los gobernantes, la manutención del ejército y la compra de armamento se llevaban la mayor porción del presupuesto.
La agricultura no recibía ningún estímulo, ni siquiera asesoría sobre la manera de sembrar, mucho menos sobre cómo almacenar, transportar y comercializar los productos, para lograr precios justos para el agricultor y el comprador.

No se volvieron a construir centros de salud y el número de médicos, enfermeras y técnicos seguía el mismo, a pesar del crecimiento de la población. Los medicamentos seguían siendo simples pastillitas para aliviarnos un rato. Operaciones y cirugías solo se hacían en casos muy particulares y cuando el paciente conseguía alguna recomendación. La salud bucodental y los problemas relacionados con la visión teníamos que resolverlos a como pudiésemos, sin ayuda de las instituciones.
Pero lo que más me afligía es que no existían suficientes colegios para seguir estudiando después de terminar el sexto grado. Había que ir a la capital, o a alguna de las cabeceras de provincia y un pobre como yo, ¿cómo podría solucionar eso?
La educación superior era solo para los hijos de familias pudientes y uno que otro empleado público de alta categoría, por eso los médicos ingenieros y abogados eran solo de las familias de alcurnia.
En ese país de mis sueños, los gobernantes, casi siempre eran del mismo partido, generales o coroneles del ejército, no resolvían nada con diálogo, sino por medio del uso de la fuerza militar.
Teníamos tres fronteras siempre en disputa, porque en uno de los límites había mucha riqueza marina, en el otro un extenso bosque de maderas finas y en el tercero minas de carbón casi infinitas. Como es sabido, la naturaleza no reconoce fronteras políticas y desde luego, en los cuatro países, sus habitantes tenían perfectamente claro que estos recursos alcanzaban para todos, solo había que compartir la tecnología, el trabajo y el uso de ellos. Pero los cuatro gobiernos, casi formados con el mismo molde, los querían para sí mismos. Las guerras o escaramuzas fronterizas eran frecuentes y en ellas quienes enfrentaban las balas en primera fila, eran los cadetes recién reclutados, aún con muy poca formación militar para saber cuidarse, éramos nosotros, los que no teníamos ni estudio ni trabajo digno.

Los meses pasaron, la revolución terminó, la tranquilidad volvió a mi casa y a mi pueblo y mis sueños se fueron olvidando poco a poco, hasta ahora que estoy tratando de recordar algunos.
Como yo; la mayoría de la gente pensamos que un ejército no es nada bueno para un pueblo, más bien un problema. Además del poder que puede tener el ejército por poseer armas, también algunas veces, puede provocar problemas simplemente por descuido, como esto que no fue un sueño, porque realmente lo presencié en Naranjo.

Pasaron los años y el miércoles primero de diciembre de 1948, como para compensar el hecho de que nunca me habían celebrado un cumpleaños y yo con cinco años cumplidos, no conocía San José, mi madre me trajo por primera vez a la capital.
Recuerdo que, en ese tibio amanecer de mi pueblo, la claridad del nuevo día y el empujoncito cariñoso de mamá, me sacaron de la cama como a las cinco de la mañana. Planeábamos tomar la primera cazadora de los Pérez, que salía de la parada, al costado Oeste del mercado, muy puntual, justamente a las seis. El viaje por la única carretera en ese tiempo, pasando por Sarchí, Grecia, Tacares, Alajuela, Río Segundo, San Joaquín de Flores y Heredia, llegaba a San José en dos horas y costaba dos colones.

Pues bien, como a las nueve de la mañana, mamá y yo nos encontramos caminando a lo largo de la avenida tercera del centro de San José, porque allí estaba la parada de Naranjo y visitaríamos a un conocido que vivía en las vecindades de Cuesta de Moras.
Yo vestía un pantalón corto de gabardina azul y una camisa blanca, que mi mamá había confeccionado, con su máquina “Singer” de pedal. Parecía que estaba vestido con el uniforme que se usaba en las escuelas.
Lucía unos zapatos tipo Turrialba, que Aníbal Gonzalo, al que le decían griego, el esposo de mi tía Elena, había hecho en su zapatería. Como los andaba estrenando, me lastimaban un poco los pies y tenía que caminar despacito, me quedaba atrás, lo cual preocupaba a mi mamá, porque según ella íbamos a llegar tarde.

Como a las nueve y treinta estábamos pasando frente a la entrada del Cuartel Bellavista, de pronto una señora con aspecto de maestra sale por la puerta y nos dice a boca de jarro:
-Apúrenle, ¿de dónde vienen? ¿sólo ustedes dos? -. 

Sin saber del todo de qué se trataba la pregunta, mi mamá contesta:
-de Naranjo-  y la señora sigue diciendo:
-pasen, pasen, los estamos esperando, ya casi empieza el acto-.
Al mismo tiempo nos da una pequeña bandera de Costa Rica a cada uno y nos ofrece un par de sillas, los únicos dos campos que quedaban en la última fila, donde estaban sentados varios grupos de niños vestidos igual que yo, acompañados de un adulto.

Imagino que nos confundieron con una delegación escolar, pero el cansancio por la caminada y los dos irresistibles asientos, hicieron que aceptáramos la oferta de buena gana, sin pensarlo mucho.
Yo en ese momento no entendí mucho lo que pasaba, pero al pasar de los años si llegué a comprender su importancia para Costa Rica y el ejemplo para el mundo que allí se plasmó.

En ese lugar, poco después de muestra llegada, hubo como una media hora de palabras de un señor importante, interrumpidas varias veces por aplausos y al final, dos jóvenes como de colegio le pasaron a este señor algo que me pareció un mazo.
El señor lo asió con firmeza y con un solo y certero golpe al borde de la pared del cuartel, envió al suelo una buena parte de ella. 
Siguieron más aplausos, unas pocas palabras más, felicitaciones, saludos, apretones de mano y abrazos, música típica, mientras las personas que estaban delante de nosotros se fueron retirando poco a poco.

Casi como si estuviésemos de acuerdo, los chiquillos nos acercamos a donde habían caído los restos del muro, piezas de ladrillo viejo y oscuro, amalgamadas con calicanto, buscando recoger un recuerdo. 
Yo recogí una pieza muy interesante, como de un cuarto de libra, que tenía la forma de un pedazo de naranja partida por el centro, de arriba abajo y luego de izquierda a derecha; uno de los vértices de un ladrillo. Cualquiera de sus tres caras planas, como “los tres poderes” que hay ahora en mi país, podía colocarse de manera estable e independiente sobre una mesa y pensé que servirían bien como para mantener papeles en su lugar.
La tuve en mis manos todo el resto del viaje y cuando regresamos a Naranjo se la regalé a don Lolo, mi abuelo.

Para mamá y yo esa confusión espontánea en la que participamos de pura casualidad, si valió la pena, estábamos a punto de retirarnos para seguir nuestro camino, cuando vimos que estaban repartiendo una “cola” de esas dulcitas y de rico sabor, casi sin gas, que hacían en Alajuela y un tostel cubierto de un rico dulce llamado “cuña”, que me gustaba mucho. Entonces nos quedamos un poco más y hasta repetimos ese inesperado y bien recibido refrigerio. Mi mamá pudo enterarse que lo que se había realizado allí, fue la ceremonia pública para celebrar el decreto del señor presidente, que abolía el ejército de Costa Rica.

Con Eduardo Rojas (pata de yuca) y mi
maestra de primer grado, Ligia Montero.
22/06/2019
.
Como a las once de la mañana continuamos nuestra caminata, estábamos muy cerca de la casa de nuestro amigo, a solo cinco minutos. Allí nos aclararon más sobre lo que había sucedido en el último cuartel de mi país y que sería convertido en poco tiempo, en el primer museo de Costa Rica.

Luego de almorzar en la casa de nuestros amigos y como a las dos de la tarde regresamos a la parada de las cazadoras de Naranjo. Tomamos la de tres y a las cinco estábamos en nuestra casa, contándole a la familia sobre el importante acto del que habíamos sido testigos, simplemente por estar en el lugar correcto, en el momento indicado, aunque no fuéramos parte de los invitados.
Curiosamente mis sueños cambiaron radicalmente desde esa noche y nunca más fueron repetitivos, ni angustiosos, más bien se convirtieron en experiencias agradables.

En el primero nuevo sueño que recuerdo, vi a mis tíos y tías, ya mayores para seguir en primaria y secundaria, que recibieron formación profesional especial de algunas oficinas del gobierno. Consiguieron trabajo en escuelas rurales, en el Ministerio de Trabajo y hasta en el Poder Judicial. También vi en ese sueño a sus hijos, aún no nacidos, que tuvieron educación completa desde la primaria hasta la universidad.

Vino la navidad, terminó el año 48 y en marzo de 1949 comenzaron de nuevo las clases para algunos de mis amigos, pero yo tuve que esperar dos años más, pues solo se ingresaba con siete años cumplidos, eran muy estrictos.

En 1953, mi maestra de tercer grado, en la Escuela República de Colombia, fue la niña Chavela Rojas. De ella aprendimos una buena parte de la historia de mi país y especialmente sobre los acontecimientos del año 48, los motivos por los que se dio la revolución, sobre los dos ejércitos que participaron en la contienda y otros líderes militares y políticos. Desde luego, sobre el decreto de nuestro presidente de quitar el ejército, lo que convirtió a Costa Rica en la primera nación desarmada del mundo.
La niña Chavela nos contó que en 1949 se decretó una nueva constitución en Costa Rica y en ella la educación de niños y jóvenes ocupó un lugar preponderante. La disolución del ejército hizo que los gastos en ese ministerio descendieran radicalmente, mientras que el presupuesto para la educación creció enormemente.

El otro sueño si tenía que ver conmigo. Pero creo que no era un sueño, pues no ocurría durante la noche mientras dormía, me ocurría en ciertos momentos, cuando hacía una pausa en el juego, o en el estudio, más bien eran ratitos de reflexión agradable con los ojos cerrados.
Visualizaba mejoras en la agricultura, la salud y la educación de mi país y durante la parte más profunda de esa reflexión me vía en la escuela primaria con aquel uniforme del primero de diciembre de 1948, con la bandera de Costa Rica y aquel trocito de ladrillo, que debió quedar en algún lado. También asistiendo a algún colegio, entrando a la universidad y finalmente realizando algún trabajo que ayudaría al progreso de Costa Rica.

Pasaron los años, el Colegio de Naranjo se fundó en 1952, algunos dicen que, por iniciativa de Orlando Serrano y otros y de mi papá, que después de la revolución fue diputado en el Congreso. 

Finalmente yo, al igual que muchos jóvenes de bajos recursos económicos de mi pueblo y de pueblos vecinos, como Zarcero y Sarchí y en general de todo el país, tuvimos la oportunidad de concluir la enseñanza media y hasta la universitaria.