
Tengo
82 años y creo que he visitado el Parque Nacional Volcán Irazú, unos 15 veces.
Incluyendo la primera en una noche de 1963, durante las
erupciones de ceniza. Era toda una novedad. Un amigo de la familia Gutiérrez Acuña me llevó en su Volkswagen escarabajo, cuando era estudiante en UCR y vivía en Santa Marta, camino
a Granadilla, en San Pedro de Montes de Oca. Recuerdo que por San Juan de
Chicuá comenzó a caer una pequeña “garúa”, pero un kilómetro más arriba el limpia parabrizas del pequeño vehículo se
atoró, pues en el vidrio había algo como lo que usted podría considerar ahora, una
mezcla de cemento y agua, pero era un “batido espeso” de ceniza volcánica y
agua de lluvia.
También
estuve algunas noches con Daniel Azofeifa y Alejandro Sáenz, allá por 1955,
observando nebulosas, galaxias y el Cometa Halley con el recién adquirido telescopio C11 de la
Escuela de Física (UCR), cuando el acceso al estacionamiento no era restringido.
Recuerdo especialmente una noche de diciembre tan fría que la grasa de los
tornillos de enfoque se congelo y cuando Alejandro trató de rotarlo, le
desgarró la piel de la yema, en el índice
derecho de su mano.
También
he estado varias veces en el Cráter Diego de la Haya, con amigos de ACODEA ( Víctor Fung, Carlos Beer, Ricardo Valverde, periodistas de La Nación, etc...) y mi familia, para observar lluvias de meteoros y dos cometas. Desde luego con CIENTEC, para varias “gemínidas”, el 12-13 de diciembre.
Arriba,
en el mirador con colegas de la Escuela de Física y del IMN y la última (antes
de ésta) un 21 de setiembre (para el equinoccio), con Edgar Espinoza, para
observar el maravilloso “orto del Sol” (Este-Oeste) y, ¡que sorpresa, la sombra del cono del Volcán
Turrialba, proyectándose sobre nosotros.
Hice una vez en 2001 una caminata del Volcán Turrialba (desde "La Central"), hasta el Volcán Irazú, se la recomiendo, es simple, poco tiempo y con mucha oportunidad para fotografía.
Bueno, ayer jueves 19 de julio fue la última. Me subió un servicio de caminatas y busetas (@costarica_hiking) de Jenerei Segura,
conocido de una amiga. Rápido, eficiente, seguro y a buen precio.
Llegamos cerca de las 2:30, en el centro de un larga fila (atrás y adelante), pero
que fue resuelta diligentemente por guardaparques y voluntarios, Revisaron el
código de pago y estacionamos cerca de una cafetería.
El tiempo (“atmosférico”) no nos recibió muy amistoso; había una entre ligera y
moderada garúa, a veces con viento y agua en el pavimento. Nada que unos zapatos
apropiados, una capa (o pocho), gorro y bufanda de lana, guantes, una gorra beisbolera
impermeable, y un forro de dos camisas (en mi caso) no pudiera resolver.
Don Jenerei mantuvo unido nuestro grupo de 15 excursionistas. Caminamos el “¿sendero
nuevo?”, hacia donde (¡de día!) se podría ver el Volcán Turrialba (unos 3 km ida
y vuelta). No está difícil, aunque hay charquitos y piedrilla suelta, pero el
plano inclinado estimo que no pasa de 20°.
De
regreso como una hora después, a la zona de estacionamiento, caminamos como casi
todos los excursionistas, al “mirador” (otros 3 km ida y regreso). En algunas partes el plano inclinado
(de pavimento) es como de unos 30°. Varias veces tuve que parar y descansar
unos 15 segundos, pues sentía que mis piernas modelo 43, necesitaban detenerse un
ratito. Pero en todo momento conté con la ayuda de mi acompañante y pude
superar todos los obstáculos.

Llegamos
al mirador poco antes del orto del Sol (05:24); pero no había, ni estrellas ni luna,
ni sol, sólo la alegría y entusiasmo de todos los excursionistas.
Creo que por ese momento muchos de nosotros sentimos ganas de orinar, pero
arriba no había donde hacerlo. ¿No se podría haber contratado unos sanitarios
portátiles, como los que hay en las fiestas de Zapote (₡ 500 x 500,… más recursos para el parque).
Bueno al llega abajo por fin encontramos el edificio de “sanitarios” y su
respectiva cola de damas y caballeros, y una más larga para recoger el desayuno (una deliciosa piña
de tamales y un calientito vaso de “aguadulce”).
Puedo
decir que fue una experiencia inolvidable, educativa, retadora y un buen
entrenamiento para subir el 24 de julio, el “Cerro Caballito” en Nicoya, para intentar de nuevo la observación del orto del sol.
Si el cielo hubiese estado despejado, este 👇sería el panorama que quizás pudimos ver. ¡Bueno, en la próxima!