Hoy 20 de diciembre de 2020, realicé, completo, aunque con “adecuación curricular”, mi quinto ascenso al extraordinario, Cerro Pico Blanco, una de las cimas preferidas por excursionistas de todo el país y amigos extranjeros que nos visitan.
Las dos primeras las hice con amigos profesores de la Escuela de Física
de la U.C.R (Alejandro S. y Daniel A.), que habían establecido visitar el cerro, los días 28 de diciembre.
Para la cuarta, en el año
2008, me anoté con Biocursos OET, como entrenamiento con MaA. para el Chirripó. Resultó un intento como hasta la mitad del
cerro, debido a un serio problema físico de uno de los excursionistas. Justificada y valiente decisión de la guía, quien suspendió la caminata y que el pequeño grupo (5) aceptó
plenamente. La felicito, porque es imposible por medio de la encuesta que hace la
agencia, predecir una situación de emergencia como esa.
Pues
sí, la quinta fue hoy, con la empresa K-Tours.
Casi todo igual, el acenso de
unos cuatro kilómetros, diría que casi directamente hacia arriba. Por suerte ya
“no se hace sendero al andar”; está perfectamente marcado por los miles de visitantes
que anteriormente hemos hecho la caminata.
Casi todo a la sombra, sin sol directo, excepto por los momentos en que nos
asomamos a apreciar el bello paisaje y a entretenernos identificando sitios que
destacan, de la ciudad de San José y sus alrededores.
Las oportunas
raíces y piedras ayudan a escalar muchas gradas pronunciadas, desde luego el
aliento, el consejo y la mano a un amigo. “Descansamos para no cansarnos y
bebemos agua para no tener sed”, es el lema de un amigo ingeniero con el
cual hice ascensos al Turrialba y al Rincón de la Vieja.
Casi
al final el suelo lodoso de siempre, que subí con ayuda de pies y manos,
es interesante que cuando niños primero aprendemos a “gatear”.
Me sorprendió
allí encontrarme -cuesta arriba y cuesta abajo- con amistosos excursionistas
acompañados de su perro. Un salchicha (¡seguro como un millón de pasos) y “ocho”,
un --- que se la jugó bien a pesar de su estrecha nariz. Claro al hombro de sus
dueños cuando la grada superaba sus posibilidades.
Ayudado
por la guía Karol Barboza, pude llegar a la cima unos 20 minutos después del
tiempo promedio del grupo. Allí la foto del grupo, mostrando el rótulo que
identifica la cumbre y su altitud (2271 m
sobre el nivel del mar). Un refrigerio con alguna fruta jugosa, café o agua dulce,
o simplemente agua, que es más saludable.
El regreso es como un rodeo de la montaña que estimamos en unos 8 km, casi todo
a la sombra. Poco después de dejar la cumbre hay un descenso casi vertical de unos 5 metros, que se hace “marcha
atrás”, pero de nuevo con raíces, piedras y consejo de amigos que proveen ayuda.
Todo es sombreado y con pocas dificultades. Al rato comienza un sendero de
piedras que de seguro fueron colocadas por porteadores de los pueblos vecinos. hace mucho tiempo.
Luego un interminable zigzag en el “bosque de pinos” donde comencé a sentir problemas
musculares, especialmente en los cuádriceps. Tuve que descender apoyándome cada
tres o cuatro pasos en los pinos, mientras observaba a mis compañeros caminar como cabras, de piedra a piedra.
Mi problema
se prolongó al llegar al lecho del río Agres, por la antigua quesera hasta la salida; calculo que algunos momentos caminaba como a tres metros por
minuto, con imprescindibles descansos muy seguidos.
Karol,
un compañero y su familia me acompañaron casi siempre y pude llegar al punto de
partida con un retraso de unos 35 minutos, con la ayuda de --- que me rescató con su automóvil en el último kilómetro.
Rematamos
con un almuerzo-café en un buen restaurante en San Antonio de Escazú.
Hice el tour porque intento prepararme para mi quinto ascenso al Chirripó. Bueno
tengo que pensarlo mejor para no darle problemas al grupo.
De todas maneras, disfruté la caminata y quizás la vuelva a hacer.
Gracias a todos los compañeros.
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